martes, 18 de junio de 2013

Capítulo 9

- Cuando empezó esta era tecnológica empezó en su gran auge, una especie de tiranía en la que los científicos tienen el poder y lo utilizan para investigaciones, en ocasiones nada éticas, se desarrolló. - comenzó Zeev a relatar, aunque la última parte lo dijo en un tono oscuro. - Y la cosa empeoró cuando el Doctor Damon Gallager se convirtió en presidente. La clase media se empobreció rápidamente y la clase baja era utilizada como ratas de laboratorio. - estaba tenso y por poco las manos le sangran de lo apretadas que las tenía.

- Pero no lo entiendo. ¿Cuándo ha pasado eso? ¿pasó cuando estaba en coma?- le interrumpí.
Me miró largamente y con profundidad. Sabía algo que le daba mucho miedo decirme por alguna extraña razón. No se si sería por el bien de mi salud mental o por mi salud física, pero en todo caso prefería acabar con esa horrorosa sensación de ser la persona que menos sabe en todo el mundo, esa sensación de ignorancia total. Puede que si me dice lo que deseo saber acabe mal pero, al fin y al cabo, la curiosidad mató al gato.

- Así que eso es lo que te ha dicho - Zeev rió amargamente. - La verdad es que se lo ha montado muy bien.

- ¿Quién? ¿De que estás hablando, Zeev?

- Escucha, lo que te está ocurriendo es a causa de una obsesión por un lunático pervertido. Esa persona es la que le ha dado la vuelta totalmente a tu vida. Yo perdí por su culpa muchas cosas, y juro que se lo voy a hacer pagar. - me agarró las manos con cariño, y me hizo esa especie de promesa que yo aun no entendía.
Su proximidad ya no me aterrorizaba, de hecho tenía el sentido contrario, aunque mi cerebro me gritaba desesperadamente que eso era peligroso. Era muy extraño estar junto a él. Todos los sentimientos que sentía cuando estaba con él eran contradictorios. No sabía el porqué pero Zeev era la horma de mi zapato. - No debo decirte más. Sé perfectamente la impotencia que sientes pero tienes que hacer las cosas por ti misma y descubrir lo que te ocurre, ya te lo dije de otra vez...

- Es irritante cuando una rata como tu habla demasiado. Me cabrea mucho, 666. - la voz era oscura y muy profunda. Salieron de las sombras unas figuras de un grupo de hombres de blanco nuclear y con una especie de armas que parecían que con ellas podrías destrozar una montaña. El hombre que había hablado era el que parecía el jefe. Era de un tamaño considerable, era muy robusto y de cabello azabache como Zeev. El sujeto no llevaba una pistola como los demás, sino que llevaba una espada o algo así. - Sabes que le tengo que llevar tu cabeza y a la chica al Señor Gallager, si no también pedirán la mía.- estaba aterrorizada no, lo siguiente. ¿Quién me quería y por qué? Zeev estaba colocado entre el gran hombre y yo, haciendo de escudo. - Lo siento, si te hubieras estado quieto hace mucho no estaríamos en esta situación.

- Si no me hubierais usado como experimento tampoco, padre. - dijo Zeev con la voz que irradiaba el odio y el desprecio mayor del mundo. ¡¿Experimento?! ¿Su propio padre le quería matar? - Y además tu mismo fuiste uno de los que me creó y sabes perfectamente que no vas a poder cogerme ni vivo, ni muerto. Aunque seas General del ejercito, sigues sin poder atrapar a tu propio hijo.

- Cierto, pero ahora no sólo escapas tu, tienes a un polizón. - dijo apuntándome con la punta de la espada. Zeev extendió el brazo para evitar un posible ataque. - Aparte no es necesario atraparos a los dos a la vez, puedo hacerlo por separado. - la mirada del hombre se ensombreció y comenzó a adoptar una posición de ataque. Lentamente Zeev se preparaba para salir huyendo de allí. Yo no sabia que hacer, lo único que pude hacer fue buscar una salida con la vista, pero no vi nada.

La misma sensación que me inundo el alma y el corazón cuando "Zeev" nos había atacado estaba volviendo a correr por mi sangre invadiendo cada parte de mi cuerpo con desesperación y miedo. La sensación de impotencia  me hacía caer en una espiral de sensaciones horribles. Me quería derrumbar, tirar en el suelo a llorar y gritar que por favor no me mataran ni me hicieran nada; pero no podía hacerlo, no debía dejar que esos desconocidos vieran que era débil, no lo era. Trate de autoconvencerme de que así era, y por lo menos pude pensar con más claridad para darme cuenta de que sí habia una salida. Miré hacia Zeev y observe que pensabamos lo mismo. Detrás de un armario se veía luz, un agujero, era la salida. Intercambiamos una mirada, no se aun el porqué pero le entendí perfectamente. Mi trabajo consistía en correr hacia el hueco mientras él distraía a los atacantes.

Pasó muy rápido, Zeev se lanzó contra el General. Yo corrí lo más rápido que me dieron las piernas. Sentí las balas rozándome el pelo. El caos abatió la habitación sin remedio... ¿Saldriamos vivos de allí?

lunes, 3 de junio de 2013

Capítulo 8

Abrí los ojos lentamente, me dolía la cabeza del golpe, así que cada movimiento que hacía era como si me clavasen mil cuchillos en el cerebro. Cuando se me despejó la vista vi a un muchacho dormido enfrente mía, los mechones azabaches que le caían por la cara le daban un aspecto si cabe más infantil. Pero no era cualquier muchacho, era el mismo que me había intentado asesinar y que ahora dormía tan plácidamente agarrado a mi cintura como si no pasara nada.

No, como si no pasara nada no. ¿ Y si volvía a intentar matarme? ¿Y si pasaba algo peor? ¿Y si...?
Lo único que sabía es que no tenía a nadie para defenderme en ésta ocasión y que no me iba a quedar a averiguar que pasaría. Me aparté de Zeev con el máximo sigilo que pude, pero aún así lo notó. Se incorporó rápidamente y sacó un cuchillo con tal velocidad que si mi mente estuviera más tranquila me hubiera preguntado de dónde lo había sacado. Pero en esos momentos estaba tan sumamente asustada que lo único que pensaba era que mi vida se acabaría en ese instante, como seguramente habría pasado con Will. Grité e intenté apartarme lo más que pude pero una pared impedía mi escape, lo que me puso más nerviosa.

- Tranquila - Zeev guardó el cuchillo mientras avanzaba hacia mí. Grité aún más y se detuvo en seco. ¿Qué pretendía, acercarse haciéndose el bueno y después atacarme con el cuchillo? - Yumi, no te voy a hacer nada.

- ¡¿Nada?! ¿Tu a ponerme un cuchillo en la garganta le llamas nada? Y además lo que habrás hecho con Will. - le respondí llorando como una magdalena. No podía callármelo.

- ¿Will? ¿Ponerte un cuchillo en dónde? Yo nunca te haría algo así. - protestaba desconcertado - ¿Pero de que estás...? Ah... - parecía que se le acababa de encender la bombilla. A saber lo que le había hecho a Will como para haberlo olvidado. Bajó la cabeza y se puso a rosmar algo por lo bajo, que no entendí, que llevaban las palabras "mierda" y "Will". Me miró de nuevo y dijo - No, te equivocas la persona que os hizo eso tanto a ti como a Will no soy yo. Es que es difícil de explicar. Solo confía en mí, me cortaría los dedos uno a uno yo mismo antes de hacerte daño.

- Pues no, no me fío de ti. Eras tu, no hay otra persona en el universo con esos ojos.

- No era yo. ¡Mírame! - Con un rápido movimiento agarró mis muñecas y se acercó para que observara sus ojos más de cerca. Me revolví aún que no sirvió de mucho puesto que era obvio que tenía más fuerza que yo.

No se. Los ojos que tenía en ese instante delante eran indudablemente del mismo color, pero la forma de mirar era la que yo recordaba antes de que me atacaran. La mirada que me profesaba era dulce y cálida, no fría y lujuriosa. Para nada rondaba lo tenebroso. ¿Pero por qué era igual y diferente al mismo tiempo? Después de un silencio incómodo bajé la mirada y dejé de forcejear, rindiendome a Zeev por completo. Él, en contraste con lo que yo me esperaba, cerró los ojos y  apoyó su cabeza sobre mi pecho, exhausto.

- Yumi, no se lo que te pasó, pero no podré vivir si no me dejas acercarme. No se vivir sin ti. Sé que tu no recuerdas nada, pero yo lo sé todo sobre ti. Y no puedo imaginar el estar otra vez yo solo, te necesito mucho más de lo que te puedas llegar a imaginar. Aún que no te fíes de mi déjame estar cerca para ver por mis propios ojos que no te pasa nada malo. No te tocaré si no quieres, pero necesito que me entiendas. - la voz con la que pronunció esas palabras era quebradiza, como un niño que evita el llorar y no lo logra.

- Te permito estar cerca, pero entiende cuando desconfío de ti. - levantó la cabeza y mis sospechas se confirmaron ya que tenía los ojos rojos y húmedos. - Dices que me necesitas pero solo te conozco de hace días, y ni siquiera sé si son días u horas porque según cierro los ojos paso de estar contigo a estar en cualquier otro lugar. No entiendo nada de lo que me ocurre y tu sabes lo que me ocurre y no me lo dices. Ahora lo que quiero son respuestas, no protección.

- Lo siento... - se retiró de encima mía y se sentó enfrente tapándose la cara con las manos. - Ya es hora de que te de una explicación. - me miró con intensidad al decir eso. El silencio que le siguió a esa frase me pareció una eternidad.