martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 12

Caminamos deprisa, aunque no lo suficiente como para agotarnos en condiciones normales pero no nos encontrábamos en dichas condiciones. Yo estaba perdiendo mucha más sangre de la que había pensado. Me empezaba a marear, pero Zeev no disminuía la marcha. Supongo que notó que casi me llevaba a rastras por lo que en un fuerte y rápido movimiento me aupó en sus brazos.

- Por favor, Yumi, aguanta. Por favor... - el sonido de su voz se hacía lejano. Mi visión era borrosa, la cabeza me dolía y el bamboleo del rápido paso que llevaba él no ayudaba. ¿Lo que pasó a continuación? Negro.

¿Habría muerto desangrada? ¿O estaba inconsciente? No lo sabía. Lo único que podía sentir con perfecta nitidez era un dolor de cabeza impresionante. Abrí poco a poco los ojos. Buen paso, eso demostraba que no estaba muerta. Me encontraba en una cama. En mi cama. Miré a mi alrededor, todo estaba igual a excepción de la silla a la vera de la cama con un muchacho rubio sentado en ella. Will estaba dormido sentado en la silla con la cabeza sobre la cama cansado de esperar mi despertar. Era tan tierno. Parecía un pequeño niño dormidito en el regazo de su madre. No pude contener el impulso de acariciarle la mejilla. Era suave y cálida. Abrió sus ojos verdes con lentitud. Sonrió tranquilo y tomó mi mano con cariño manteniendola en donde se encontraba.

- Hola - le saludé.

- Yumi, menos mal. - se incorporó lentamente y me abrazó. Sentí algo como cuando abracé por impulso a Zeev. Una sensación se alivió porque no estás sólo. Está alguien contigo. - Como te volvieras a ir de mi lado me moriría.

- Ya te dije que no me iba a ir- sonreí. Le apreté más fuerte en aquel abrazo, no me quería mover, separarme de ese muchacho pero tenía algo que mi cerebro deseaba saber sin demora alguna así que me separé lo suficiente como para poder mirarle a los ojos y continué hablando. - Will, ¿qué pasó? Me refiero a el ataque de aquel muchacho, cuando me desmayé. - pregunté seria.

- La verdad es que fue todo muy rápido. No podía ver cómo el personaje ese te estaba tratando. Me cabreé y no pude evitar el lanzarme a partirle la cara. Te tiró y te quedaste hay tirada, en el suelo, lo que hizo que me asustara y no se... Era más fuerte que yo pero le sorprendió mi reacción así que cuando nos dimos separado él salió corriendo, como siempre hace.

- ¿Lo conoces? - le interrumpí.

- Si, su nombre es Jesse. Es el hijo de un alto rango del ejército. Fue un gran soldado pero le entraron aires de grandeza y traicionó a su patria por un ideal estúpido. Lo que le hizo perder todo lo que tenía. Ahora anda por las calles como un vagabundo fugitivo. - me explicó tranquilo.

¿Jesse? ¿Por qué me había mentido? Yo no sabía nada de nada y él se dedicó a mentirme hasta con su nombre ¿Cuánto más de lo que me había dicho era verdad? Ya no le podía creer. Un sentimiento de desilusión invadió mi corazón. No sabía porqué me sentía así. Tampoco lo conocía tanto como para que me doliera tanto que me hubiera mentido. Entonces miré a los ojos verdes que me miraban con curiosidad preguntándose que si seguía en este mundo. Ese chico que no me había dado dolores de cabeza y que cuando lo he nesitado había estado hay ayudándome.

- ¿Estás bien? - preguntó acariciándome la mejilla.

- Si, gracias por todo Will - dije dejándome llevar por el roce de su suave mano contra mi piel.

Capítulo 11


Allí me encontraba yo. Tirada en el suelo con un brazo inservible, casi desmayada del dolor y con el corazón en un puño por la pérdida de la única persona que sabía lo que me ocurría en realidad. Zeev había sido atravesado con el arma de su propio padre y había desaparecido, dejándome sola y sin saber que hacer.

Un fuerte agarre se cernió a mi pierna y me arrastró hacia aquel agujero que me sacaría de aquella pesadilla o me llevaría a otra peor, aunque peor de lo que me sentía en ese momento jamás me volvería a sentir. Me deslizé por el como si fuera un tobogán cayendo finalmente en un gran montón de ropa vieja y llena de polvo, como abandonada. Supuse que me habría caído por un viejo conducto de lavandería. Miré a lo que me había llevado a aquel lugar, ese agarre misterioso. Era Zeev.

- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado.

- Idiota. - las lágrimas empezaron a brotarme de los ojos. Me lancé a abrazarlo. No era normal en mí que hiciera algo como eso, pero yo ya no sabía lo que era normal o no, así que me dió igual. - Ya van dos veces que te me mueres. No me vuelvas a dar un susto así.

- Lo siento. - sentí sus brazos rodeándome la cintura. - Lo siento muchísimo. - Me juntó más a él con mucho cariño. - Me asusté cuando hiciste esa tontería. - me quejé al poco contacto que tuvo con mi brazo herido. Me separó rápidamente y observó mi brazo con culpabilidad. Aparté mi brazo y fui en busca de esa herida de espada que a cualquiera le habría impedido volverse a levantar.

- Estoy bien - le dije rotunda - A mi no me han clavado una espada. Tenemos que encontrar algo para taponar la herida, sino morirás.

- No, Yumi. No me pasa nad... - le saqué la camiseta manchada de sangre dejando al descubierto su torso desnudo. Intentó resistirse pero esa pequeña disputa la gané yo.

Era el cuerpo más perfecto que vi en mi vida. Tenía pequeñas cicatrices que se notaban al tacto. Y en vez de la gran herida que yo me había imaginado solo había un pequeño corte.

- No es posible,  vi como te sobresalía la punta de la espada. Te atravesó - le miré a los ojos pidiendo explicaciones.

- Soy una rata de laboratorio, recuerda. Puede que me quedara algo traumatizado con lo que vi allí pero también tiene su lado bueno. Soy capaz de moverme más velozmente que una persona común y me curo muy  rápido. Pocas cosas pueden hacerme daño. - Me explicó mientras volvía a vestirse y volvía en busca de mi brazo para observar el daño provocado por la esquirla del mueble. - Aquí no es conveniente curarte, no es muy limpio sacarte esto en un lugar que nadie a pisado en años. Vamos, aquí no nos podemos quedar. - me cogió de la mano y empezamos a caminar para salir de aquel lugar.

Me aferré a ese agarre como si me fuera la vida en ello. Zeev lo notó y me pasó el brazo por encima y me besó la frente. Realmente no sabía porqué me sentía así; era como si me costará separarme de él, pero al mismo tiempo era el muchacho que quiso acabar con mi vida. Pero esos ojos dorados mirándome con tanto cariño y preocupación por cualquier rasguño que podría haberme hecho, no se, me provocaban una extraña sensación de alivio porque esté a mi lado. Era como un sentimiento enterrado y destinado a seguir viviendo dentro de mi misma; borroso e inalcanzable.

miércoles, 24 de julio de 2013

Capítulo 10

En medio de aquel amasijo de balas volando y polvo levantado, en plena carrera hacia la salvación recé a cualquier cosa que pudiera escucharme para que obrara el milagro de que pudiéramos salir de allí vivos y a poder ser lo más enteros que se pudiera.

No pude ver lo que hacía Zeev, pero por lo que se oía no debía de ser muy agradable a la vista. Continué mi carrera hacía la salvación con un nudo inmenso en el estómago por culpa del bienestar de mi compañero. Pero si quería que saliéramos vivos y prácticamente enteros tenía que centrarme en mi objetivo que consistía en abrir un paso para poder salir de allí. Al llegar al mueble que taponaba nuestra salida lo empujé con todas mis fuerzas pero no se movió ni un ápice. Me cubrí con un sillón para evitar que los disparos me alcanzasen. En ese momento aproveché para ver el complicado baile fugaz que mantenían Zeev y el General. Se movían con mucha rapidez y agilidad. Zeev se había hecho con una barra de metal, o algo así, y bloqueaba con gran maestría los envistes de su padre. Las chispas volaban en el aire en cada beso que se proferían los metales a su encuentro.



El ambiente estaba cargado del olor a pólvora, proveniente de las armas que disparaban a mi ubicación sin apenas darme un segundo para respirar. Entonces una imagen se abrió paso por mi mente rápida y veloz. Era como un flashback en el que me encontraba en una situación muy parecida, disparos, chispas... Pero la mayor diferencia era que Zeev no iba en mi bando, sino que en el contrario. Su arma apuntaba hacia mí y su tez morena era resaltado por el uniforme blanco que llevaba puesto. ¿Era un soldado? No me lo podía creer. Aunque esperé a que solo fuera un vil engaño de mi mente.

Dejé mis ensoñaciones para otro momento más oportuno y me propuse embestir aquel asqueroso mueble con todo lo que tenía para poder moverlo pero me detuve. Los soldados habían obtado por usar munición más potente, pero no la usaban contra mí. Disparaban contra Zeev. Intenté observarle mejor pero no pude, ya que se movía con una velocidad inhumana. Pero eso no impedía que las balas le dañaran. Solo pensaba en que tenía que sacarlo de allí ya. Y mi mente se iluminó. Puede que yo no sola no podría apartar aquel mueble, pero los soldados con sus armas sí.

- ¡¡Eeh!! - grité con todas mis fuerzas, delante de aquel armario. Los soldados dejaron de disparar a Zeev y se giraron en mi dirección, armas a punto para matarme sin demora.

- ¡No! - Zeev se había vuelto hacía mi al tiempo que los soldados, descuidando su retaguardia. El General aprovechó ese momento para introducir su larga espada en el costado de Zeev. Gritó de dolor, pero poco más pude ver y oír, puesto que un soldado apretó el gatillo de su arma y un proyectil viajó a toda velocidad hacia mi posición. Me tiré al suelo y tal como había planeado el mueble se quedó reducido a trozos, que se esparcieron por el suelo haciendo un ruido metálico. Sentí un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Observé la fuente de aquella molestia y vi que una esquirla de aquel mueble de metal me había alcanzado y lo tenía clavado en mi brazo. El dolor era insufrible y me dolía horrores el hacer cualquier movimiento, debía de tener ese trozo bien clavado. Mi brazo estaba teñido de rojo brillante. Se me pasó por la cabeza que pudiera perder mucha sangre por si hubiera perforado alguna vena importante, pero por la cantidad de sangre no me moriría por aquella herida. Después de ver que sobreviviría miré hacía la salida para ver que tal había salido el plan, bingo. Había sido todo un éxito, allí se encontraba un hueco lo suficientemente grande para salir por él.


Con el corazón en un puño me volví para ver que había pasado con Zeev. Pero ya no estaba donde lo había visto por última vez. En esa parte de la habitación se escontraban los soldados, disparando hacía el lugar en donde estaba yo, y el General. Este se encontraba impertérrito, sereno, con la espada, chorreante de sangre brillante y fresca, baja; como si ya diera por terminado aquel encuentro. No vi a Zeev por ninguna parte. ¿Donde estaría? ¿Habría muerto? ¿O me abría abandonado a mi suerte?