martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 21

Las puertas se cerraron con una rapidez casi incomprensible por su tamaño según cruzamos el umbral Zeev y yo. Yo estaba nerviosa. ¡¿Will?! El chico al que había creído ver era Will. Imposible. ¿Habría encontrado al Will de éste mundo o sería el mismo al que yo quería tantísimo? ¿Pasaría cómo en el caso de Zeev que eran dos chicos totalmente diferentes en un lugar y en otro? No lo sabía pero no podía saberlo en la situación que tenía entre manos en ese momento.

Todos se reunieron en la sala principal a esperar nuestros informes de lo que acababa de ocurrir en la superficie. Al llegar nosotros hubo un silencio de atención.

- ¿Cuantos son? - preguntó Alec con sus ojos azulones, normalmente alegres, serios y oscuros debido a la presión del momento.

- Por lo que vimos, muchos. - dijo Zeev con un tono de voz oscura.

- Por lo que se ve por las cámaras hay unas dos docenas o más. - comunicó Tomás desde delante del monitor. - Y como "manda más" no os imagináis quien está. - giró su mirada hacia el grupo. Todos, excepto yo, casi saltaron para verlo.

- Estamos perdidos... - soltó Anne, agachándose a abrazar a la pequeña Julie.

- El Capitán McConaughey me lo esperaba, pero el no. - saltó Alec.

- ¿Quién? - intenté acercarme al monitor pero Zeev me lo impidió.

- William Gallager, el hijo del presidente de esta mierda de lugar. - dijo Lya con asco
.
- La persona que más odio en este planeta - susurró Zeev, pero no sin antes que le propiciara una mirada entre perplejidad y odio.

- Tengo que proteger mi investigación... - saltó Germán con una prisa anormal.

- ¿Qué investigación? ¿Las armas que desarrollas? ¿La biotecnología?  - preguntó Tomás.

- Tiene que ocultar cómo me creó... - soltó Zeev sin que nadie se lo esperara.

- ¡¿Te hizo ésto Germán?! ¡¿Y por qué estás con él?! - grité sin querer.

Se oyó una explosión que provocó que el tema quedara para otra ocasión. Todos a la vez miramos la superficie. Tomás miró el monitor de vigilancia, yo miré a Zeev. No me podía creer lo que acababa de descubrir. Me parecía insólito y muy desconcertante.

- Están intentando abrir la puerta con explosivos. ¿Qué hacemos? - dijo Tomás desde su posición.
- La puerta no aguantará mucho a éste ritmo. ¿Qué hacemos, Zeev? - comentó Alec. Zeev se veía pálido y con no muy buena cara. No sabía si decirle que ordenara algo ya para ponerle remedio a éste ataque o decirle que si quería un médico. Me fijé en que la espada que nos habían lanzado momentos antes le había alcanzado en una mejilla, haciéndole un pequeño e insignificante corte. Pero el corte no sanaba. La herida seguía abierta.

- ¿Zeev? - pero no obtuve respuesta, a Zeev se le pusieron los ojos en blanco y las fuerzas le fallaron. Calló encima mía, a duras penas podía sujetarlo. Todos corrieron a socorrerle. Yo me quedé pálida.

- Llevarlo a la habitación de Germán - le ordenó Lya a Tomás y a Alec, que entre los dos llevaban a Zeev en brazos.

Anne estaba a punto de llorar y corrió junto a Zeev para estar a su lado. Julie se aferró a mi camiseta, yo la cogí en brazos y nos fundimos en un abrazo. No sé que es peor, la situación de que nuestra muerte era inminente a manos de soldados despiadados o ver a una persona que, aún estando mal él, siempre mantenía la buena cara para no deprimirte a ti, observar como está tan mal... Dos lágrimas rodaron por mi rostro... ¿Saldríamos de ésta?

Me mantuve junto a la niña, abrazándonos y calmándola lo que pude, no podía dejarla sola en ésta situación. La verdad me cabreó un poco la reacción de su madre, sé que le tiene cariño a Zeev o incluso que sea algo más de cariño, pero hay confiar en que esté bien. Mientras mantenía a la niña en brazos y pensaba en la situación Anne se acercó a nosotras y me arrebató a la niña con rudeza, lo que provocó el llanto de la pequeña.

- Vete, te quiere a ti no a mí - me soltó malhumorada y con los ojos llorosos, juntando a Julie contra su pecho para calmarla.

No le discutí, de hecho asentí y salí de la habitación con dirección al cuarto de Germán. Al llegar allí entré con una decisión que hasta entonces creí perdida. ¿Por qué tenía esa necesidad interna que me obligaba a estar así de preocupada por un chico? Había algo dentro de mi que sentía que estaba, pero que cuando lo buscaba no aparecía. Era extraño. Continué mi marcha pasando por delante de todos los que se encontraban en la habitación e ignorando sus intentos por detenerme. Traspasé esa barrera extraña y entré en el laboratorio. Germán me posó la mano en el hombro y agachó la cabeza.

- No sé como estará. He echo lo que he podido, pero no tengo ni idea si será suficiente. Por ese corte superficial le han introducido una gran cantidad de veneno, lo que ha hecho que toda su inmunidad caiga a ras de suelo. - miré en la dirección en la que Zeev se encontraba en la camilla. Y me dirigí hacia allí. Me quedé a su vera y con cariño le tomé la mano.

- Gracias, por estar conmigo - susurro en un suspiro apenas audible. Sus ojos de gato me miraban con cariño y asombro. Su palidez y el sudor frío que le recorría todo el cuerpo hacían de él un niño enfermo. Por primera vez en toda mi vida vi en su mirada miedo y dolor.

- Tu has estado más veces - repliqué.

- Cuídalos, necesitan alguien que dirija ésto.

- Zeev, oye, no hables así. Vas a ponerte bien...

- No antes de que entre el ejército. - me interrumpió - Escúchame, sigue tus instintos y conseguirás ganar. Tu lo hacías antes, recuerda como eras, lo que hacías. Se una luchadora, no una princesa - me sonrió, acariciándome la mejilla al tiempo.

- No te prometo nada, pero haré lo que pueda. - me levanté y le bese en la frente. Acto seguido me dirigí a la salida, había vidas en juego y ahora todo dependía de mí y mi instinto.

domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 20

Salí de la sala corriendo, no aguantaba verle sufrir tanto. Me dirigí a cualquier dirección y acabé fuera bajo un sol castigador. No podía sacarme de la cabeza los gritos de Zeev. Me quedé allí tirada, en la hierba al lado del arrollo, con los pensamientos en blanco. Intentando olvidar la escena tan desagradable que acababa de ver. No recuerdo cuanto tiempo estuve allí mirando la nada, oyendo sin oír mi alrededor... Ni cuenta me di de que alguien se sentaba detrás mía hasta que habló.

- Siento que me vieras así. - dijo Zeev.

Me sobresalté algo al oírle, pero intenté no demostrarlo. - Yumi, yo...

- No pasa nada. - le interrumpí. - No pidas disculpas por eso, me advertiste de que me fuera y no lo hice, fue mi culpa no la tuya.

- Suenas como antes...

- ¿Antes? ¿Cómo cuando me conociste en aquel bosque o cuando era yo la jefa de todo esto? - pregunté algo cabreada, a lo que la pregunta dejó un tanto sorprendido a Zeev- Oí lo que estabais hablando Anne y tu el primer día que vine aquí, o por lo menos el primer día que yo recuerdo estar en este lugar. - me giré seria para poder mirarle a los ojos y proseguí a hacerle una proposición que me había rondado por la cabeza durante mucho tiempo. - Cuéntame mi historia.

- Pero no se si te hará bien... - dijo evitando mi mirada y agachando la cabeza.

- Mira, estoy confundida y asustada porque no se quién soy. Estoy peor en esta situación. - protesté intentando convencerle -  No decidas por mí en esto. - susurré triste. No podía evitar el sentirme así... - Realmente me siento vacía por dentro, como si estuviera en el cuerpo de otra persona pero con mi misma cara. - continué con la voz mis pensamientos.

- Antes eras una persona dura, decidida, inflexible pero también respetuosa y cariñosa. Una luchadora - comenzó a relatar Zeev. - La vida no te trató bien y para contrarrestarla te convertiste en esa persona...

- ¿Cómo que la vida no me trató bien?

- Bien, empezaré por el principio. Tu padre era uno de los altos cargos del gobierno, un gran hombre y un gran padre. Lo admirabas muchísimo. Te había criado solo y te había convertido en una mujer dulce y amable a la que todos adoraban. Pero la crisis comenzó y el gobierno, con un nuevo presidente a la cabeza, cambió radicalmente. La gente comenzó a pensar de una forma que muy pocos toleraban y entre esa gente os encontrabais tu padre, tú y todas estas personas. - hizo un amplio ademán que abarcó al búnker, a las personas a las que se refería eran los rebeldes. - Tu padre al ser un hombre de poder tenía que mantener la postura y callarse, pero ni tú ni los rebeldes teníais que hacerlo así que protestabais por las injusticias cometidas sin importar las consecuencias de vuestros actos. Pero hubo una consecuencia que provocó que tu vida diera un vuelco de ciento ochenta grados. El gobierno ejecutó a tu padre públicamente como se hacía en la edad media. - su tono de voz era oscuro, igual que la expresión de su rostro.

Entonces, mientras relataba todo aquello, a mi mente acudían imágenes, pequeños fragmentos de memoria que recuperaba con gran dolor en mi corazón. Podía ver a un hombre con el rostro amable mirándome y sonriéndome con cariño; mucha gente en una protesta conjunta contra un gobierno corrupto; y una horrible imagen de aquél hombre colgado por el cuello, balanceándose en el vacío con la mirada perdida y los labios azules por la falta de oxígeno. El sonido de mi voz en un grito desesperado volvió a mí. Las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro como aquel día.

- Lo recuerdo. - dije para sorpresa del muchacho. - Mi padre murió protegiendo una causa por la que yo peleaba...

No pude proseguir, puesto que en un rápido movimiento Zeev miró hacía una dirección y una espada se clavó entre él y yo. La espada de el Capitán. El arma le había hecho un corte en la mejilla a Zeev pero poco le importó. Me cogió de la mano y me levantó del suelo. Intenté alcanzar la espada pero él me lo impidió.

- No la toques. - tiró de mí y salimos como balas hacía dentro del búnker. - ¡¡¡Soldados!!! - gritaba Zeev para alertar a los demás.

En un giro de cabeza vi un grupo grande de personas uniformadas de blanco salir de los arbustos. Lo capitaneaban dos personas bien distinguidas. El Capitán McConaughey y otra persona vestida de blanco con muchos galardones en su chaqueta... ¿Will?