martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 21

Las puertas se cerraron con una rapidez casi incomprensible por su tamaño según cruzamos el umbral Zeev y yo. Yo estaba nerviosa. ¡¿Will?! El chico al que había creído ver era Will. Imposible. ¿Habría encontrado al Will de éste mundo o sería el mismo al que yo quería tantísimo? ¿Pasaría cómo en el caso de Zeev que eran dos chicos totalmente diferentes en un lugar y en otro? No lo sabía pero no podía saberlo en la situación que tenía entre manos en ese momento.

Todos se reunieron en la sala principal a esperar nuestros informes de lo que acababa de ocurrir en la superficie. Al llegar nosotros hubo un silencio de atención.

- ¿Cuantos son? - preguntó Alec con sus ojos azulones, normalmente alegres, serios y oscuros debido a la presión del momento.

- Por lo que vimos, muchos. - dijo Zeev con un tono de voz oscura.

- Por lo que se ve por las cámaras hay unas dos docenas o más. - comunicó Tomás desde delante del monitor. - Y como "manda más" no os imagináis quien está. - giró su mirada hacia el grupo. Todos, excepto yo, casi saltaron para verlo.

- Estamos perdidos... - soltó Anne, agachándose a abrazar a la pequeña Julie.

- El Capitán McConaughey me lo esperaba, pero el no. - saltó Alec.

- ¿Quién? - intenté acercarme al monitor pero Zeev me lo impidió.

- William Gallager, el hijo del presidente de esta mierda de lugar. - dijo Lya con asco
.
- La persona que más odio en este planeta - susurró Zeev, pero no sin antes que le propiciara una mirada entre perplejidad y odio.

- Tengo que proteger mi investigación... - saltó Germán con una prisa anormal.

- ¿Qué investigación? ¿Las armas que desarrollas? ¿La biotecnología?  - preguntó Tomás.

- Tiene que ocultar cómo me creó... - soltó Zeev sin que nadie se lo esperara.

- ¡¿Te hizo ésto Germán?! ¡¿Y por qué estás con él?! - grité sin querer.

Se oyó una explosión que provocó que el tema quedara para otra ocasión. Todos a la vez miramos la superficie. Tomás miró el monitor de vigilancia, yo miré a Zeev. No me podía creer lo que acababa de descubrir. Me parecía insólito y muy desconcertante.

- Están intentando abrir la puerta con explosivos. ¿Qué hacemos? - dijo Tomás desde su posición.
- La puerta no aguantará mucho a éste ritmo. ¿Qué hacemos, Zeev? - comentó Alec. Zeev se veía pálido y con no muy buena cara. No sabía si decirle que ordenara algo ya para ponerle remedio a éste ataque o decirle que si quería un médico. Me fijé en que la espada que nos habían lanzado momentos antes le había alcanzado en una mejilla, haciéndole un pequeño e insignificante corte. Pero el corte no sanaba. La herida seguía abierta.

- ¿Zeev? - pero no obtuve respuesta, a Zeev se le pusieron los ojos en blanco y las fuerzas le fallaron. Calló encima mía, a duras penas podía sujetarlo. Todos corrieron a socorrerle. Yo me quedé pálida.

- Llevarlo a la habitación de Germán - le ordenó Lya a Tomás y a Alec, que entre los dos llevaban a Zeev en brazos.

Anne estaba a punto de llorar y corrió junto a Zeev para estar a su lado. Julie se aferró a mi camiseta, yo la cogí en brazos y nos fundimos en un abrazo. No sé que es peor, la situación de que nuestra muerte era inminente a manos de soldados despiadados o ver a una persona que, aún estando mal él, siempre mantenía la buena cara para no deprimirte a ti, observar como está tan mal... Dos lágrimas rodaron por mi rostro... ¿Saldríamos de ésta?

Me mantuve junto a la niña, abrazándonos y calmándola lo que pude, no podía dejarla sola en ésta situación. La verdad me cabreó un poco la reacción de su madre, sé que le tiene cariño a Zeev o incluso que sea algo más de cariño, pero hay confiar en que esté bien. Mientras mantenía a la niña en brazos y pensaba en la situación Anne se acercó a nosotras y me arrebató a la niña con rudeza, lo que provocó el llanto de la pequeña.

- Vete, te quiere a ti no a mí - me soltó malhumorada y con los ojos llorosos, juntando a Julie contra su pecho para calmarla.

No le discutí, de hecho asentí y salí de la habitación con dirección al cuarto de Germán. Al llegar allí entré con una decisión que hasta entonces creí perdida. ¿Por qué tenía esa necesidad interna que me obligaba a estar así de preocupada por un chico? Había algo dentro de mi que sentía que estaba, pero que cuando lo buscaba no aparecía. Era extraño. Continué mi marcha pasando por delante de todos los que se encontraban en la habitación e ignorando sus intentos por detenerme. Traspasé esa barrera extraña y entré en el laboratorio. Germán me posó la mano en el hombro y agachó la cabeza.

- No sé como estará. He echo lo que he podido, pero no tengo ni idea si será suficiente. Por ese corte superficial le han introducido una gran cantidad de veneno, lo que ha hecho que toda su inmunidad caiga a ras de suelo. - miré en la dirección en la que Zeev se encontraba en la camilla. Y me dirigí hacia allí. Me quedé a su vera y con cariño le tomé la mano.

- Gracias, por estar conmigo - susurro en un suspiro apenas audible. Sus ojos de gato me miraban con cariño y asombro. Su palidez y el sudor frío que le recorría todo el cuerpo hacían de él un niño enfermo. Por primera vez en toda mi vida vi en su mirada miedo y dolor.

- Tu has estado más veces - repliqué.

- Cuídalos, necesitan alguien que dirija ésto.

- Zeev, oye, no hables así. Vas a ponerte bien...

- No antes de que entre el ejército. - me interrumpió - Escúchame, sigue tus instintos y conseguirás ganar. Tu lo hacías antes, recuerda como eras, lo que hacías. Se una luchadora, no una princesa - me sonrió, acariciándome la mejilla al tiempo.

- No te prometo nada, pero haré lo que pueda. - me levanté y le bese en la frente. Acto seguido me dirigí a la salida, había vidas en juego y ahora todo dependía de mí y mi instinto.

domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 20

Salí de la sala corriendo, no aguantaba verle sufrir tanto. Me dirigí a cualquier dirección y acabé fuera bajo un sol castigador. No podía sacarme de la cabeza los gritos de Zeev. Me quedé allí tirada, en la hierba al lado del arrollo, con los pensamientos en blanco. Intentando olvidar la escena tan desagradable que acababa de ver. No recuerdo cuanto tiempo estuve allí mirando la nada, oyendo sin oír mi alrededor... Ni cuenta me di de que alguien se sentaba detrás mía hasta que habló.

- Siento que me vieras así. - dijo Zeev.

Me sobresalté algo al oírle, pero intenté no demostrarlo. - Yumi, yo...

- No pasa nada. - le interrumpí. - No pidas disculpas por eso, me advertiste de que me fuera y no lo hice, fue mi culpa no la tuya.

- Suenas como antes...

- ¿Antes? ¿Cómo cuando me conociste en aquel bosque o cuando era yo la jefa de todo esto? - pregunté algo cabreada, a lo que la pregunta dejó un tanto sorprendido a Zeev- Oí lo que estabais hablando Anne y tu el primer día que vine aquí, o por lo menos el primer día que yo recuerdo estar en este lugar. - me giré seria para poder mirarle a los ojos y proseguí a hacerle una proposición que me había rondado por la cabeza durante mucho tiempo. - Cuéntame mi historia.

- Pero no se si te hará bien... - dijo evitando mi mirada y agachando la cabeza.

- Mira, estoy confundida y asustada porque no se quién soy. Estoy peor en esta situación. - protesté intentando convencerle -  No decidas por mí en esto. - susurré triste. No podía evitar el sentirme así... - Realmente me siento vacía por dentro, como si estuviera en el cuerpo de otra persona pero con mi misma cara. - continué con la voz mis pensamientos.

- Antes eras una persona dura, decidida, inflexible pero también respetuosa y cariñosa. Una luchadora - comenzó a relatar Zeev. - La vida no te trató bien y para contrarrestarla te convertiste en esa persona...

- ¿Cómo que la vida no me trató bien?

- Bien, empezaré por el principio. Tu padre era uno de los altos cargos del gobierno, un gran hombre y un gran padre. Lo admirabas muchísimo. Te había criado solo y te había convertido en una mujer dulce y amable a la que todos adoraban. Pero la crisis comenzó y el gobierno, con un nuevo presidente a la cabeza, cambió radicalmente. La gente comenzó a pensar de una forma que muy pocos toleraban y entre esa gente os encontrabais tu padre, tú y todas estas personas. - hizo un amplio ademán que abarcó al búnker, a las personas a las que se refería eran los rebeldes. - Tu padre al ser un hombre de poder tenía que mantener la postura y callarse, pero ni tú ni los rebeldes teníais que hacerlo así que protestabais por las injusticias cometidas sin importar las consecuencias de vuestros actos. Pero hubo una consecuencia que provocó que tu vida diera un vuelco de ciento ochenta grados. El gobierno ejecutó a tu padre públicamente como se hacía en la edad media. - su tono de voz era oscuro, igual que la expresión de su rostro.

Entonces, mientras relataba todo aquello, a mi mente acudían imágenes, pequeños fragmentos de memoria que recuperaba con gran dolor en mi corazón. Podía ver a un hombre con el rostro amable mirándome y sonriéndome con cariño; mucha gente en una protesta conjunta contra un gobierno corrupto; y una horrible imagen de aquél hombre colgado por el cuello, balanceándose en el vacío con la mirada perdida y los labios azules por la falta de oxígeno. El sonido de mi voz en un grito desesperado volvió a mí. Las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro como aquel día.

- Lo recuerdo. - dije para sorpresa del muchacho. - Mi padre murió protegiendo una causa por la que yo peleaba...

No pude proseguir, puesto que en un rápido movimiento Zeev miró hacía una dirección y una espada se clavó entre él y yo. La espada de el Capitán. El arma le había hecho un corte en la mejilla a Zeev pero poco le importó. Me cogió de la mano y me levantó del suelo. Intenté alcanzar la espada pero él me lo impidió.

- No la toques. - tiró de mí y salimos como balas hacía dentro del búnker. - ¡¡¡Soldados!!! - gritaba Zeev para alertar a los demás.

En un giro de cabeza vi un grupo grande de personas uniformadas de blanco salir de los arbustos. Lo capitaneaban dos personas bien distinguidas. El Capitán McConaughey y otra persona vestida de blanco con muchos galardones en su chaqueta... ¿Will?

viernes, 27 de septiembre de 2013

Capítulo 19

Me pase varios días investigando un poco aquel lugar, con la ayuda de Julie, ya que no quería despegarse de mi.

Parecía un búnker que se hayaba en un bosque muy espeso. Lo habían camuflado de una manera impresionante. Consistía en una entrada grande y gruesa de metal que te introducía, mediante unas escaleras, bajo tierra. Al acabar los escalones te encontrabas otra puerta gruesa, de seguridad, supuse. Al franquearla entrabas en una gran sala diáfana. En el medio del techo se hayaba como un tragaluz, el cual estaba camuflado en la superficie mediante agua. El tragaluz se encontraba en el fondo de un pequeño lago colindante, era increíble. La sala estaba franqueada por todo puertas de metal, y detrás de cada una se encontraban las distintas estancias necesarias para la vida en aquel lugar.

Ese día nos disponíamos Julie, yo y Lya, una jovencita de procedencia hebrea a la que había conocido en mis primeros días allí, a salir al bosque a que la pequeña me enseñara las plantas y todo lo que tenía que saber para poder sobrevivir en el bosque cuando observé que Zeev se introducía en la única habitación en la que yo no había podido entrar a explorar.

- ¿A dónde va, Zeev? ¿Qué hay allí? - le pregunté a Lya.

- Ese es el laboratorio de Germán. - Yo a ese tal Germán no lo había visto aún, sólo me habían contado un poco de él: que era un viejo huraño, un antiguo científico del gobierno, y que estaba un poco loco. - No sé porqué va allí, supongo que a visitar al viejo. - se encogió de hombros quitándole importancia.

- Vale, pues voy a ver qué va a hacer. - dije ya dispuesta a cruzar el umbral. - Tengo curiosidad.

- La curiosidad mató al gato - oí la voz de Lya a mis espaldas.

"No, a mi no" me negué mentalmente a mi misma. Al franquear la puerta me topé con una habitación totalmente corriente, incluso tenía cierto parecido con la mía. Pero lo extraño es que no había nadie allí, nadie. Lo cual me dejo desencajada ya que Zeev había entrado en aquella estancia segundos antes que yo. Me puse a mirar por las esquinas o por cualquier lado por el que se puede haber escondido una persona de su tamaño.

- Espero que recuerdes que odio que toquen mis cosas, Yumi. - sonó una voz extraña detrás mía, la voz de una persona de edad avanzada. Me giré velozmente y allí plantado como salido de la nada se encontraba un hombre de pequeña estatura y encorvada figura. Su pelo canoso se hayaba despeinado y las arrugas del rostro estaban muy marcadas. Sus ojos castaños se encontraban escondidos detrás de unas gafas redondas. - Sígueme.

Sin mediar palabra se dio media vuelta y atravesó la pared cómo si nada, desapareciendo inmediatamente. Me acerqué a la pared y aproximé la mano con temor para tocar aquella extraña cosa. La toqué, o eso parecía porque sólo sentía que tocaba aire, es decir, no tocaba nada. Franqueé totalmente la pared y apareció ante mí una sala enorme toda llena de artefactos muy modernos. Miré a la pared y desde ésta perspectiva se podía observar que la pared era una especie de holograma proyectado, muy inteligente si no quieres que la gente husmee en tus cosas, sobretodo si tus cosas concierne un laboratorio secreto.

- No toques nada, niña. - me advirtió Germán desde atrás de una máquina. - ¿Estás preparado?

- No. ¿Por qué está ella aquí, Germán? - se oía la voz de Zeev en la posición de el anciano, así que rápidamente fui a ver. Zeev estaba atado a una especie de camilla. Nunca había visto unas tiras como aquellas, tenían pinta de ser durísimas y aguantar mucha resistencia.

- ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué estás atado hay? - pregunté.

- Verás, niña, si no hubieras sido tan... como eres tu, él no estaría así. - soltó Germán dejándome boquiabierta, lo cual provocó que mirara a Zeev en busca de una información más detallada.

- La espada de mi padre contiene una sustancia modificada, la única cosa que si entra en mi organismo, después de unas cuantas horas en él, me hace daño interno. - me explicó Zeev - Germán desarrolló un tipo de antídoto y me lo tiene que inyectar pero produce mucho dolor así que por si me desmadro me quedo aquí atado mientras dura la intervención.

- Decidió él lo de atarse. - dijo Germán. - Bueno, allá voy. - miré para el viejo y tenía agarrada en una mano una jeringuilla rellena de un líquido incoloro.

- ¡No espera! ¡Yumi, sal de aquí! -  no me dio tiempo a hacerlo, ya que Germán había hecho caso omiso a las súplicas del joven y ya le estaba introduciendo la aguja en el brazo.

El cuerpo de Zeev se contrajo o por lo menos lo intentó pero se lo impidieron las cuerdas. Su cara tenía una expresión de dolor insoportable. Tuve que apartar la mirada de aquel muchacho y taparme los oídos para no tener que oír sus gritos de dolor ¿Por qué me sentía tan sumamente mal cuando lo veía así? Tenía la sensación de haber visto a este chico sufrir y llorar de dolor en otra ocasión pero ¿Cuándo? ¿Y por qué éstos remordimientos?

jueves, 19 de septiembre de 2013

Capítulo 18

Siete años antes

Los entrenamientos comenzaban temprano y había que levantarse con el alba para que fuera un día fructífero en aquel agotador lugar.

El dormitorio ya bullía de movimiento a las seis de la mañana. Aún que los ojos le pesaban y el agotamiento era devastador, Jesse sabía que tenía que aguantar. Sus cualidades ignatas y su fuerte mentalidad le habían permitido llegar a lo más alto de su pelotón; pero él quería llegar más alto aún. Mientras preparaba sus cosas para el nuevo día, observaba las caras adormiladas de sus catorce compañeros que con las ojeras bien dibujadas en el rostro aún mantenían las legañas en los ojos y los pelos alborotados.


El sargento Guberrt entró en el dormitorio. Recto y firme esperó paciente a que todos los jóvenes le dedicaran un saludo militar. Miró los rostros cansados de los muchachos apostados cada uno a los pies de su catre mientras se paseaba ante ellos. Los veía tan firmes y elegantes que solo podía henchirse de orgullo por convertir a unos chicos comunes en verdaderos soldados.

- Descansen. - los quince jóvenes relajaron su posición pero no demasiado, seguían delante de un superior. - Muchachos, lo que os voy a proponer ahora mismo proviene de los cargos más importantes y con más poder de todo el gobierno. Por haber logrado ser los mejores de vuestra promoción os ofrecen la oportunidad de ser parte de "Titán". Según la información que me han mostrado es una especie de operación de alto secreto con la que podréis convertiros en super-soldados. - al pronunciar lo último alguno de los muchachos se miraron entre ellos con entusiasmo e ilusión. - No sé realmente en que consiste, pero sé que es una gran oportunidad si queréis ser alguien importante y triunfar en este mundo. Tenéis tres días para confirmar si participaréis en esto o no. Buen día muchachos. - dio media vuelta y salió del dormitorio.

En la sala se percibía una mezcla de emociones procedentes de los diferentes jóvenes. Se pasaba de entusiasmo a negatividad pasando por neutralidad y la duda de la mayoría. Los muchachos volvieron a sus quehaceres, eso sí, con la cabeza en otro lugar muy distante de aquella habitación.

- ¡Jesse! - se acerca Dani con sus ojos grandes y azules brillando de ilusión a la cama de Jesse, donde este se vestía para salir a entrenar. - Que pasada, tío. ¿Tu qué vas a hacer? Yo lo tengo muy claro. Voy a hacerlo.

- Qué rapidez tienes para decidir uno de los pasos más importantes de tu vida. - le dedicó una mirada simpática al adolescente de dieciséis años.

- ¡Claro que soy rápido! Estoy harto de ser el bajito, el débil. Quiero ser fuerte y grande. Como tu. - Dani era un niño rubio delgado y bajito para su edad. Se había logrado alistar al ejército debido a la gran suma de dinero que ofreció su padre, un banquero muy poderoso y patriótico, porque deseaba que su único hijo sirviera al país, a pesar de las bajas aptitudes del muchacho y su negativa de querer entrar en el ejército.

- Vamos peque, ¿fijo que es por eso? - Alan se acercó y le puso su gran palma de la mano a Dani en la cabeza.

- Pues sí, y no me llames peque, gigante. - se aparto de aquel chico de metro noventa, fingiendo estar indignado - ¿Y tu lo harás?

- Claro, pero no soy tan egoísta como tu, Daniel.

- Y ¿por qué motivos lo haces? - inquirió Jesse.

- Porque quiero fama y que las personas, sobre todo las chicas, disfruten de mi perfecto cuerpo y mi hermosa cara. - los tres rieron.

- Creído, nadie va a disfrutar más bien van a sufrir mirándote, en especial las chicas. - le picó Jesse a Alan.

- Chicos dejaros de charlas y vayámonos a entrenar que nos van a echar bronca. - les llamaron desde la puerta de la habitación.

- Gallager tiene razón. Vamos. - dijo Jesse. Al poco la habitación quedó vacía.

martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 17

Me era inconcebible que yo le hubiera cambiado la forma de pensar. Si ni siquiera sabía como pensaba yo misma.

- ¿Yo? Pero es imposible, yo no te conocí hasta aquella noche en el bosque. - rememoré aquella noche y aún me acordé del nerviosismo tonto que sentí.

- Realmente sabíamos el uno del otro desde pequeños, pero eso ya es otra historia. - me sonrió Zeev. No insistí, en esta ocasión me importaba más otro tema. - Aquella noche, la de la misión, - explicó - nos mandaron al sector 16, lugar donde se divisaron rebeldes y la misión consistía en acabar con ellos. Mi misión era la que conllevaba más riesgo. Tenía que acabar con su lider, y en cuanto lo hiciera tendría que ir matandolos uno a uno. - apretaba los puños y su expresión era cada vez más sombría - Cuando encontré y arrinconé a mi objetivo me dijo a punta de cañon: << Mátame, pero no acabaras con nuestros ideales y provocarás que esta espiral se vuelva más profunda e irreversible. ¡Piensa por ti mismo! Mira lo que te hicieron por querer mejorar al ser humano. Mataron a tus amigos. Son asesinos que se esconden tras un velo de leyes y ciencia. Matan a la gente que tiene poco, y lo sabes.>>. Esas palabras me abrieron la mente. Supe que luchaba en un bando en el que no me guataba jugar. Me habían destrozado la vida convirtiéndome en un monstruo por sus ansias de poder. No pude acabar con aquella persona. Le di mi arma y le dige que me disparara y huyera. Me miró con miedo y me dijo que no podía matar a una persona. Agarré el arma y me disparé en el pecho y la obligue a marcharse entre sollozos de dolor. Cuando mis compañeros y mi superior estaban muy cerca se marchó. Pero me llevó con ella.

- ¿Te raptó?

Soltó una carcajada pequeña y se relajó algo.

- Digamos que me dejé raptar. Me trajo hasta aquí y conocí a los rebeldes. Al verme una muchacha me llamó "Zeev". Lobo en hebreo. Me lo dijo por mis ojos poco comunes, o eso supongo, nunca se lo pregunté. Así pues decidí que Jesse se había muerto en aquella misión a causa de ese disparo en el pecho. Y me desprendí de ese nombre y pasé a llamarme Zeev. Un rebelde más. - se relajó definitivamente y se reclinó en la cama.

- Veo que te alegras de tu decisión.

- Si, pero perdí mucho por el camino.

Pero es que encontré un lugar en el que podía ser yo mismo. Sin dejar de amoldarme a los demás, sin querer ser nada más que un chico de veintiún años.

- Y lo conseguiste. - la dulce sonrisa de una joven se encontraba en el umbral de aquella habitación. Julie veía cogida de su mano. El cabello rubio de las dos, del mismo tono dorado, confirmaba mis sospechas de que compartían lazos sanguíneos. Aún que a mi parecer la muchacha se veía más joven que yo. - Yumi, me alegro que te hayas despertado. Espero que ya estés mejor, la verdad es que nos tenías preocupadísimos. Bueno, no se si me recuerdas. - negué con la cabeza - Soy Anne, la madre de Julie.

Dirigió a mi sus grandes ojos avellana y la niña se soltó de su mano y se subió a mi cama para abrazarme. Lo que provocó la sonrisa de todos los que nos ayabamos allí.

- Toy muy contenta de que ya no eztez domida. ¿Vienez comigo a ved nueztra caza?

- Julie, no se si estará lo suficientemente fuerte como para andar - dijo Zeev.

- Estoy bien, si me canso paramos y listo. ¿A que si?

- ¡Ziii! No te preocupez Zeev, yo me encago de cuidala. - anunció decidida Julie.

Me levanté y la niña tomó mi mano. Sin mucha prisa salimos de la habitación y entramos a una sala enorme y diáfana. A mis espaldas aún oía a Zeev y a Anne.

- Debes de estar muy contento. Ya está aquí otra vez - dijo Anne.

- Me costó traerla, pero no se acuerda de que es ella el pilar de todo esto. La que prácticamente creo a los rebeldes. Es la líder.

- Pero tu mismo lo has dicho, no se acuerda. El líder ahora eres tú.

- No soy el líder. Voy a devolverla a ser como era. La haré recordar cueste lo que me cueste todo. Y si tengo que dejarme la piel lo haré. No la voy a perder.

Lo que oía me estaban dejando patidifusa. Apenas sabía que era realidad y que no, y ya estaba metida hasta el cuello en una revolución en un lugar que no sabía nada de él. Si este mundo era el real ¿que estaría pasando para que yo me revelara de tal manera, en una lucha que obviamente estaba perdida? No sabía nada pero el ser humano es curioso así que, mientras la niña tiraba de mí hacía algun lugar desconocido para mí, mi mente formaba un plan para averiguar todo lo que pudiera de todo. Quería acabar ya de ser la pobre y perdida Yumi. ¿Quién era yo realmente? Iba a descubrirlo.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 16

Un suave beso en la frente me hizo abrir los ojos. Al abrirlos vi la dulce cara de Will mirándome con cariño.

- ¿No duermes más cómoda en la cama? - me dijo de cuclillas al lado del sofá, acariciándome el pelo suavemente. - Venga, vamos a cama.

Yo seguía medio dormida pero sabía que era la opción más sabia, así que accedí a su mandato y me levanté del sofá. Me tendió una mano que acepté inmediatamente, como un niño cansado que aferra la mano de su padre para no perderse por el camino a la cama. Cuando la fui a coger la mano de Will se me deshizo en mi mano; de repente las piernas me fallaron, la vista se me nublo y perdí de vista todo. Todo se volvió negro, el dolor me inundo todo el cuerpo y hacía frío. Mucho frío.


Poco a poco la luz fue penetrando hasta mis ojos y abrí lentamente los párpados. Me fui a mimar las heridas pero al tocarlas me di cuenta que hasta el más pequeño raspazo se había tratado. Mi brazo estaba sin la esquirla y vendado, ya apenas me dolía aún que me seguía notando débil. Me fijé en mi alrededor ¿En dónde me encontraba? Era una habitación sin ventanas, la luz que había se proyectaba de dos lámparas que colgaban del techo. Yo me encontraba en una de las tres camas que había en la sala. Parecía un hospital improvisado o una enfermería. Había estantes y armarios llenos de productos médicos.

La puerta de metal chirrió al abrirse. Detrás de aquella puerta salió una niña rubita y ojos curiosos.
- Yumi... - dijo aún detrás de la puerta. - ¿Ya puedo pazar? ¿O aún ziguez malita?

- ¡Julie! Déjala descansar. - me pareció oír la voz de Zeev desde detrás de la niña.

- Estoy despierta, no pasa nada. Pasa bonita. - invité a la niñita a pasar. Entró en la habitación como impulsada. Detrás de ella entró Zeev, no me equivocaba, era él. - Hola, - saludé a la pequeña. - tu nombre, si no me equivoco, es Julie, ¿no?

- Zi, pedo ¿te acuedaz o ez pod que ze lo oizte a Zeev?

- Se lo oí, que lista eres. - sonreí

- Entonzez zi que eztá malita como me dijizte - le dijo la niña mirando a Zeev. Pero él poco caso le hizo a la niña. Solo me observaba a mí con preocupación.

- Julie, vete a decirle a mamá que ya despertó, corre. - instó Zeev a la niña.
Esta asintió y salió corriendo. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

- No, estoy bien - le contesté seca.

- Estás enfadada, ¿qué hice ahora?

- No, bueno sí, algo. ¿Porqué me mentiste, Jesse? - su nombre lo pronuncié con un tono de rintitin.
- Osea, que Will ya te ha dicho que me llamaba así... - suspiró sonoramente y prosiguió - No te mentí. Mi nombre no es ese.

- Sí que lo es. Tu padre es un alto mando del ejército, de hecho no es que solo me lo haya dicho Will es que ya lo he conocido en persona, y tu eres o fuiste soldado. Te recuerdo todo vestido de uniforme y no con cara de buenos amigos.

- Fui. - suspiró y se sentó en la cama contigua a la mía. - Mi padre siempre tubo un papel importante en el ejército. Cuando era pequeño veía a mi padre como un héroe, que salvaba a la gente y protegía una ciudad, así que seguí sus pasos y entré en el ejército. Me entrené para ser el mejor soldado que tendría jamás mi padre en el pelotón. Y lo conseguí. Mi constitución y mi agilidad mental me permitieron en tres años ser el mejor de mi año, seguido por el hijo del presidente. Por fin vi a mi padre y a sus camaradas hinchados de orgullo diciéndome: "Jesse, muy bien hecho. Eres toda una promesa". - en su mirada se reflejó la alegría que sintió al rememorar esos sucesos. - Y entonces nos propusieron a los mejores de nuestra promoción convertirnos en super - soldados. De 15 aceptamos 5. Hoy en día doy gracias a Dios por que sólo fuéramos nosotros. Nos hicieron muchísimas pruebas. Cosas que hasta me cuesta recordar. Experimentaron con nosotros y el único que salió de aquella sala fui yo. Lo que recuerdo de ese día es dolor. Muchísimo dolor por todas las partes de mi cuerpo y la sangre corriendo. Ya no se si era la mía o la de mis amigos y compañeros que se encontraban empapados en ese líquido rojo, con la mirada perdida, pálidos y fríos. También recuerdo la mirada de mi mejor amigo mirándome desde un especie de palco que había en aquel laboratorio. Le odiaré desde aquella vez. - apretó los puños al mencionar todo aquello. La historia que me contaba era oscura y dolorosa. - Mientras yo llegaba al punto de llorar, retorciéndome de dolor por lo que estaba ocuriéndome; él me miraba con asco desde las alturas. Me sentí un insecto al que miraba para pisarlo y destrozarlo. No me podía creer que le gritara que me ayudara y lo que le dijo a los científicos fue que me ignoraran y siguieran con el experimento al precio que fuera. Cuando me desperté estaba en el hospital militar y mi madre se encontraba a mi lado, llorando por si no volvía a despertar. Mi padre entró en la habitación un rato más tarde con un montón de altos cargos del gobierno. Me inspeccionaron a conciencia y todos y cada uno de ellos me dijeron que era todo un prodigio y que felicidades por haber sobrevivido a aquello. Sus palabras me daban igual, yo seguía viendo a mis compañeros allí muertos. - la mirada no la separaba del suelo, se notaba que no estaba cómodo hablando de aquello pero yo no lo detenía porque quería saber su verdadera historia. - Yo reconocía que a pesar del daño psicológico hecho, la mejoría física era insuperable. Apenas me cansaba, las heridas se me curaban en segundos y la rapidez, agilidad y fuerza de mis movimientos era inhumana y disfrutaba con todo aquello. Muchos meses más tarde mi padre me llevó a la primera misión después de la intervención. En aquella misión conocí a alguien que cambiaría mi vida por completo, haciendo que me uniera a una rebelión inexistente en mi vida en aquel entonces y provocando que Jesse muriera y naciera Zeev, un rebelde  con una razón para vivir que no fuera obedecer órdenes.

- ¿Quién? - pregunté curiosa.

- Tú - dijo levantando la mirada y mirándome a los ojos.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 15

Corrí lo más rápido que me dieron las piernas y aún que la velocidad era considerable cada vez la notaba más pesada en mis brazos mientras corría. Estaba perdiendo demasiada sangre por aquel brazo.
"Rápido Zeev, más rápido o la perderás" me decía a mi mismo.

Las piernas y los brazos ya casi ni los sentía. Divisé a lo lejos la entrada del búnker. El búnker era una base rebelde en la que nos escondíamos. Era subterráneo así que lo único que se divisaba desde allí era la puerta de metal blindado. Miré el rostro de Yumi, estaba aún si cabe más pálido que la última vez que lo había mirado.

- ¡Aguanta! Por favor, Yumi. Sigue aquí conmigo. Te pondrás bien. Ya estamos cerca. - le dije aún a sabiendas que ni ayudaría a la situación ni obtendría alguna respuesta. - ¡¡Ayuda!! ¡Germán, ayúdame! - le grité al ver al viejo haciendo guardia en el portalón.

Germán era un viejo científico huraño paranoico que se decidió construir un búnker en medio de un bosque para proteger sus investigaciones del gobierno. Cuando decidió unirse a la rebelión contra el gobierno ofreció su morada, la cual todos los rebeldes aceptaron con gran alivió ya que se quitarían al ejército de encima durante una temporada y estarían tranquilos. Aún hoy día dice que odia a las personas y es insoportable pero se le coge cariño a su manera.

Al verme corriendo y gritándole soltó el arma y me abrió el portalón. Al oír el jaleo que estábamos montando Lya salió fuera y al ver lo que ocurría ya ni una palabra dijo.
Lya era una joven hebrea de la que poco se sabía. No era muy habladora, la verdad. Lo único que se sabía era que perdió a toda su familia por medio de experimentos del gobierno. Odiaba a los científicos y juró por su vida que les arrancaría la vida igual que hicieron con sus padres. Se le daba muy bien la medicina y era una forofa de la fauna y de la flora.

Cogieron a Yumi entre Germán y Lya arrebatándomela de mis brazos cansados y se la llevaron adentro. Los intenté seguir pero Lya me paró en seco.

- Tu quédate aquí y toma el aire, ella estará bien. - y se adentraron en el búnker sin dejarme seguirlos. Me quedé allí solo. La verdad es que estaba cansado. Eso me recordaba a los entrenamientos de mi padre cuando aún era de su pelotón. Quería que fuera el mejor así que me entrenaba hasta que casi el desmayo. Después de que convirtieron en lo que soy, un "super-soldado" según mis creadores, la resistencia me aumentó así que apenas me canso.
Pero llevaba días sin dormir y apenas había comido y la carrera no me había sentado muy bien. Era lo que pasa cuando te alejas durante un tiempo de la base.
Decidí tumbarme en la hierba cerca del arrollo. Tenía que descansar, aún que apenas podía cerrar los ojos sabiendo la situación de Yumi.

- ¡Zeev! Haz vuelto - de repente un rostro dulce y pequeño de asomó a mi cara y sus pequeñitas manos se posaron en mis mejillas. - Estaz algo zucio. ¡Mami, mira encontré a Zeev! - llamó Julie a su madre Anne y esta al oír la llamada salió de entre unos árboles un poco más lejanos.

Anne tubo a Julie ya dentro de los rebeldes. Tenía la temprana edad de 15 años un soldado borracho la maltrató y la violó, dejándola tirada, sangrando y traumatizada. Sus padres desaparecieron cuando era pequeña, así que se crió sola por las calles pero despúes de aquello no sabía como continuar, vivía con miedo continuo. Y llegó al punto en el que se encontró sin una miga de pan que llevarse a la boca, sin hogar y aún encima embarazada. Cuando encontró a los rebeldes o más bien ellos la encontraron, según cuenta Anne, encontró un remanso de paz en donde estar tranquila y poder criar a su hija. Encontró una familia, un hogar.

- ¡Zeev! - Se me lanzó encima y me dio un fuerte abrazo. - ¿Qué tal estás? ¿Bien? ¿Lo conseguiste? ¿La trajiste de vuelta? - se separó de mí y me miró detenidamente sin apenas dejarme tiempo a responder a sus preguntas. - Dios mio, que pintas tienes. Deberías ir a darte una ducha, te sería lo mej...

- ¡Anne! Relájate. - la interrumpí - Estoy bien. Y sí, Yumi está dentro - la cara de la joven se iluminó, igual que la carita de la niña de cuatro años que había a su lado. - Pero tuvimos problemas por el camino y ahora supongo que estarán con ella Germán y Lya. - la voz me salió más sombría de lo que me hubiera gustado pero estaba muy preocupado por Yumi.

- ¿Yumi eztá malita? ¿ze va a morir? - preguntó inocente Julie. La alcé en mi regazo y la abracé.

- No, claro que no. Tu sabes que Yumi es muy fuerte. Pero si que está malita. No nos recuerda. Así que tenemos que hacernos otra vez sus amigos. Tenemos que hacer que recuerde. ¿Me ayudas a lograrlo, Julie? - le dije a la niña.

- ¡Clado que zi! - asintió la niña entusiasmada. Sus ojos marrones resplandían bajo la luz del sol de la tarde.

- Zeev, debes de estar cansado. Vamos dentro. Descansarás mejor. - me comentó Anne con voz dulce. - Nos enteraremos más de lo que ocurre con Yumi y además Alec y Tomás querrán verte.

Alec era un traficante de armas buscado por todo él país. Al principio se unió a la rebelión por conveniencia, se le daba cobijo y comida y él proporcionaba armamento para defenderse. Después de pasado un tiempo con los rebeldes comprendió su causa y comenzó a luchar por defenderla. Se convirtió en uno más.

Tomás era un muchacho joven con gafas aficionado a los ordenadores. Desde siempre fue un genio de la informática. Se libró por poco en un ataque de los rebeldes de ser una rata de experimentos más gracias a los rebeldes, así que se unió a ellos. Aún que no tuviese fuerza ni cuerpo suficiente como para la lucha su cerebro lo suplía en la batalla, haciendo de él y sus estrategias un pilar base de los rebeldes.

A la petición de su madre miré a Julie preguntandole con la mirada, la niña asentió. Saltó al suelo y nos levantamos de la hierba y nos pusimos en marcha para a dentro del búnker. De camino sentí la pequeña mano de Julie cernirse sobre la mía. No recordaba lo bien que se estaba en casa aún que me estuviera carcomiendo por dentro la preocupación de que si Yumi estaría bien.