miércoles, 23 de abril de 2014

Capítulo 25

Se respiraba tensión en ese ambiente tan hostil, los soldados a mis órdenes corrían de un lado a otro jadeantes revasteciendo a los soldados de más grado encargados de los explosivos. Desde mi posición, bajo una carpa y sentado en un cómodo asiento, se oían las explosiones de los intentos de derrumbar esa gran masa de duro metal. Cada sonido producía en mi una sensación de regocijo que levantaba mi alma del suelo, a cada estallido de pólvora me encontraba más cerca de lograr recuperar lo que es mío, más cerca de ella.

-... por eso es una estupidez, dé la orden de parar. ¿Me está escuchando señor Gallager? - oía por detrás al capitán McConaughey dándome un discurso.

- Dos cosas, capitán. Primera, no me interesa lo que dice y por consiguiente no, no le estoy escuchando. - dije con aburrimiento y sin siquiera mirarle a la cara. - Segunda, mi padre, el Capitán General y el Presidente del país, me ha concedido poder sobre todas las personas que puedes observar y sobre todo el arsenal militar. Puedo hacer con ello todo lo que yo desee.

- Con todos mis respetos, William, usted es demasiado joven como para saber que hacer con ese poder.

- Mi padre no opinó lo mismo, soy un niño prodigio. Mi cociente intelectual es mucho mayor a la media y soy suficiente maduro como para dirigir esta situación. Que tenga veinte años no es excusa.

- Mi hijo también era un niño prodigio y mire, se le entregó un poder muy grande y las decisiones que tomó a causa de eso fueron todas erróneas.  Ser joven no es cuestión de edad, es de falta de experiencia. Y a mi parecer ni usted ni Jesse estuvisteis nunca preparados para tal responsabilidad. - me soltó cabizbajo mirándome como con algo de lástima.

- No me compare con su hijo. - le respondí violento, levantándome de golpe del asiento - Por culpa de los destrozos y las guerrillas de las que él es el responsable y de su ineptitud para cazarlo es por lo que mi padre confía más en mí que en usted. Yo en cuestión de semanas he llegado al escondite de los rebeldes, con la guarida de su hijo.

- Tuviste ayuda.

- Pero logré muchísimo más que usted en años. Así que ni se le pase por la cabeza decirme algo sobre como debo actuar.

- ¿Permiso, señor? Traigo informes sobre la primera línea- se adentró temeroso un cadete recién incorporado.

- Adelante, habla. - le ordené.

- La primera puerta ha cedido y nos encontramos con otra segunda puerta. Seguimos sus instrucciones y sin aminorar seguimos bombardeando la segunda puerta.

- No me has contado nada nuevo, todo eso ya lo sabía. ¿Tienes algo nuevo o ya te retiras? - le dije antipático, no tenía el humor como para que un cadete novato me contara historietas que ya sabía. - Ve al grano.

- Perdón, señor. Hay movimiento del enemigo. - Noté como cada fibra de mi cuerpo se tensaba. ¿Se habían rendido y pretendían devolvermela? Yumi, en ella era en lo único que podía pensar. Salí de la carpa sin detenerme a oír ni un detalle más de aquel cadete.

El trajín era si cabe mucho más intenso que hacía un rato atrás. Dos cadetes pasaron corriendo, no pude evitar recordarnos a Jesse y a mí mismo en nuestros tiempos de cadetes, de eso hacía unos años. ¿Por qué se habían separado tanto nuestros caminos? Nuestros padres siempre estuvieron en un mismo ámbito social, así que al ser los hijos de los mayores cargos del ejercito y tener la misma edad, prácticamente, nos hicimos muy amigos. En todos los eventos hay estábamos nosotros dos para montar jaleo. Siempre fuimos uña y carne, incluso cuando decidimos alistarnos para que él pudiera seguir los pasos de su padre y yo cumplir con las expectativas del mío porque lo que me apasionaba a mi realmente era la ciencia. Como era de esperar eramos los mejores de nuestra promoción. Yo mientras entrenaba participaba en investigaciones sobre como hacer un ser humano insuperable por alteración de ADN, que realizaba junto con un famoso científico, e investigaciones privadas mías sobre el control del cerebro humano.

La investigación del ADN se aplicó en el ejército, en mi misma promoción, supongo que hay fue donde nuestros caminos se comenzaron a dividir ya que, Jesse y otros buenos compañeros de equipo se ofrecieron como conejillas de indias para ser objetos de experimentación. Ninguno sobrevivió a excepción de Jesse que dio unos resultados inigualables. Recuerdo la sangre de mis compañeros por el quirófano producidas por un rebote de ADN, que provocaba unas grandes reacciones alérgicas, tal como que el cuerpo rechazaba la piel y esta se deterioraba dejando el músculo sanguinolento a pura vista, todas terminaban en muerte dolorosa y agonizante. Jesse al entrar en esa sala y encontrarse con esa escena busco una cara amiga, estaba muy asustado, pero lo único que encontró fue mi cara impasible, todo era por el bien de la ciencia. A mitad del calvario me miraba con odio, como si yo fuera el responsable. Después de aquello se apartó completamente de mi, desde aquel día me dejó solo. Para aliviar ese vacío me dediqué en cuerpo y alma a mis investigaciones, que llevé a cabo en clandestinidad, pudiendo desarrollar finalmente un suero que aplicado al cerebro infunde al sujeto en un sueño profundo y permite crear realidades suplementarias en el cerebro de una persona, como si de un lienzo en blanco se tratase, el HDC o Hipnotic Dream Control. Mi sujeto en pruebas del HDC no era otra que la mujer que lideraba a los rebeldes, la hija de un senador, la mujer que yo amaba. Con gran esfuerzo la conseguimos atrapar y experimentar con ella, pero Jesse  me la arrebató. Por esa razón es por la que me encontraba en esta situación, tenía que recuperar a Yumi, no permitiría que nadie me la quite, jamás.

Con paso firme avancé hasta la primera línea y allí se encontraba la figura de una mujer joven. ¿Yumi? No, no era ella. Se trataba de la celosa muchacha que me había pasado la información sobre la posición de los rebeldes, Anne. Se encontraba pegada a la segunda puerta llorando y sollozando por su vida. Al verme se arrodillo a mis pies pidiendo clemencia.

- Señor no me mate, tengo una hija, ella me necesita.

- Yo no la veo. - dije seco. - Mira, Anne, el mundo funciona de una forma y para mi esa forma es muy clara.
- Señor, no comprendo. - acto seguido ella se levantó.

- Bien, lo explicaré para tu corta inteligencia. - suspiré - La forma de vida que yo tengo, mi lema en este mundo es que lo que quiero lo tengo y lo que no me sirve lo desecho. Tu, ya tuviste tu utilidad, eres un desecho. - le solté mirándola con asco y repugnancia. Con un rápido movimiento desenvainé mi espada y atravesé el cuerpo de la joven sin pensármelo. Sentí su respiración entre cortada en mi hombro, su sangre caliente brotando de su interior, vi el brillo de la sangre en el filo de la espada que se podía ver saliendo de la espalda de Anne. Retorcí el arma provocando que la joven soltara un pequeño grito junto con su último aliento y la saqué  del interior del cadáver dejando que cayera en el suelo levantando una nube de polvo, con los ojos abiertos como platos y sin brillo alguno que denominase que en ese cuerpo hubiera vida. Retrocedí unos pasos hacia una cámara allí puesta y apunté con el filo aún chorreante al objetivo. - Jesse, se perfectamente que te encuentras mirando esto. Devolvedme lo que me quitastéis o todos sufriréis la misma suerte que tuvo vuestra querida compañera. ¡Devolvedmela!

martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 24

Subimos decididos hacía la sala dónde se encontraban todos. Y una gran explosión acompañada por un temblor nos indicaba que la primera de nuestras barreras ya había caído. El ejército estaba dentro. Corrimos junto a los demás, pero ya no se encontraban observadores sino que ya estaban reaccionando, movilizarse para defenderse bajo la amenaza pertinente. Se armaban y vestían para la ocasión. Estando ya prácticamente preparados para la lucha nos reunimos para planificar la estrategia a seguir. Yo decidí observar la escena y acatar las órdenes de estas personas con mucha más experiencia que yo en ese campo.

- De acuerdo, debemos alejarlos del búnker. Si nos cogen aquí dentro no tendremos salida. - orientó Lya a todos.

- Haber, hay un herido, una madre y una niña. Hay que alejarlos para
 poder hacer algo, para tener una oportunidad. Quedarnos en este sitio es la mejor opción.- saltó Anne.

- Pero hay que abandonar esto de todas formas. Ya no es un lugar seguro, saben donde está y por mucho que los ganemos hoy van a volver mañana. - dijo Alec.

- Anne tiene razón. No podemos arriesgarnos a exponer nuestros puntos débiles. Hay que protegerlos a toda costa. - expresó Tomás - Y hay que pensar un plan rápido, prácticamente están dentro.

"Dentro". Una idea descabellada me vino a la cabeza al escuchar esa palabra. En la caza se hace entrar al animal en su madriguera para poder atraparle allí. Era nuestro terreno sabíamos los puntos de fuga de aquel lugar, mientras que el ejército, según sabíamos, sólo conocía la entrada.

- ¿Y si les tendemos una trampa?

- Estás loca. Es el ejército, inepta, - replicó Anne escéptica - y además está capitaneado por los dos mejores generales que han existido. Ni Zeev ha podido con ellos. ¿Qué pretendes llegar aquí sin más y exponernos a todos a una muerte segura sólo por irte de heroína? Si los demás son tontos y te siguen es su problema, pero ni yo ni mi hija te seguiremos.

No sabía como reaccionar. Cada palabra que pronunciaba o cada idea que expresara, todo lo que hacía yo le parecía mal a Anne. Me quedé de piedra, un enfado procedente de una impotencia considerable me corría por las venas.

- ¡¿Se puede saber qué te he hecho para que me odies tanto?! - estallé - Mira Anne, no pretendo caerle bien a todo el mundo, pero no he hecho nada para que me desprecies de esa manera. - en ese momento un recuerdo se abrió paso entre mi cabeza y como un rayo vi a Zeev más joven e inexperto diciendo unas palabras muy parecidas a las que yo acababa de pronunciar. Me quedé algo aturdida durante un instante pero intenté recomponerme lo antes posible.

- Es sencillo, eres muy imbécil. Primero decías que le querías y a la primera de cambio te largaste. Además, mientras Zeev se jugaba la vida para recuperarte tu escapabas a los brazos de, no sólo la persona contra la cual decías que ibas a luchar de por vida por sus actos corruptos, sino que también es la persona que más odia Zeev en este mundo, William Gallager. Por culpa de ese niñato Zeev está como está. Y además si están aquí es por que tu los has traído. Eres una traidora, por eso te odio. - el silencio se hizo en la sala. Todos esperaban que respondiera, y lo hice.

- Estás enamorada de él, ¿verdad? - dije cabizbaja, no lo hacía por atacarla pero realmente era lo que estaba pensando. Levanté la cabeza y la figura de Zeev asomaba por la puerta. Obviamente no se esperaba nada de lo que estaba ocurriendo. Anne estaba roja de rabia y le faltaba bien poco para pegarme un puñetazo.

- ¡Tú qué mierda sabes de el amor! Siempre te haces la víctima, haciendo ver a los demás lo desgraciada que eres. - en ese instante la que deseaba pegarle un puñetazo era yo. -  Nunca haces nada por nadie que no seas tu misma. Yo doy mi alma, hago lo que haga falta por conseguir lo que sea para que las personas a las que quiero estén bien y eso incluye el librarme de una molestia tan grande como tu.

¿Librarse de mi? Esa frase abrió mis ojos y en poco tiempo uní los cabos sueltos del raro comportamiento de Anne esta última temporada. Según lo que pude observar, Anne se había vuelto esquiva, especialmente conmigo pero también con todos los demás. En el tiempo en que yo estuve allí había hecho varias salidas del búnker sospechas y sin explicación. Además era imposible que el ejercito encontrara nuestro escondite por si sólo, pero Anne me quería fuera de allí y no podía librarse de mí sin que Zeev estuviera preocupado por mi. La forma que tenía de hacer que yo me fuera y de que no volviera y además atar a Zeev a su lado sino que tuviera opción a seguirme era delatando el emplazamiento de los rebeldes. Nadie se enteraría y hubiera salido bien si yo no la hubiera sacado de sus casillas.

- Tu... - suspiré preparándome para la acusación tan grande que iba a hacer - Tu le dijiste al ejército donde se encontraba este lugar. - la sala se conmocionó. Anne se asustó por un momento ante la acusación pero rápidamente su rostro cambió a una expresión de furia hacia mí, me acababa de declarar la guerra en silencio.

- Yumi, ¿estás segura? - dijo Alec muy atónito.

- Espero no tener razón, pero las cosas me cuadran. Anne, desconozco la razón por la cual el ejército me busca, pero tu sabías que me querían en su poder. Hubiera sido fácil librarse de mí de no ser por Zeev. Tu le amas y yo a él le importo lo suficiente como para que si acabara en las manos de el gobierno el fuera a buscarme como ya ha hecho, con lo que si hacías algo para librarte de mi sería muy llamativo y perderías su favor y su amistad. Planeaste el que era menos sospechoso el que vinieran ellos a por mí que yo fuese a ellos. Pero olvidaste en que habría una persona que notaría tu plan, tu hija. - las miradas se centraron en la niña. - Tus escapadas a los demás nos podrían dar un poco igual, pero Julie te echaba en falta delatando tu falta en el búnker.

- Lo hice por todos. No eres más que una astilla en mi dedo.

- Anne, es verdad entonces. Has traicionado a las personas que te querían de verdad. - sobresaltó Zeev a Anne hablando detrás de ella asomado en la puerta. Anne palideció al oír esa voz.

- Zeev... - se volteo lentamente. - No...

- ¡Lo acabas de confirmar! - dijo Lya con un tinte muy marcado de enfado y desprecio en su voz.

- Lya. - la hizo callar Zeev. - Anne, sabes perfectamente las normas y sabes el castigo por la traición. Fuera de aquí.

- Pero mi hija... Y los soldados, me matarán si salgo de aquí...

- ¡Fuera! - Zeev se veía dolido y triste. Anne le hizo una seña a la niña para que la siguiera, un gesto de orgullo acompañó a esa acción, supongo que intentó guardar el poco orgullo que tenía. La niña obediente comenzó a caminar hacia su madre pero Zeev le impidió seguir a Anne. - Tu sola has de ir por el camino que tu misma te has ganado, no harás sufrir a Julie por tus errores. La desterrada eres tu, Julie se queda.

Anne me miro con odio y se lanzó hacia mí.

Me propinó un puñetazo contundente el cual me hizo pensar que se me dislocaba la mandíbula, sentí un fuerte dolor en esta y el labio me comenzó a arder. Me defendí como pude hasta que la sacaron de encima, evitando daños más graves que un corte en el labio y unos cuantos mechones de pelo arrancados. Jamás olvidaré esa mirada de rabia mezclada con incapacidad que describía a la perfección ese último gesto desesperado por tomar venganza en contra de mí por haberla despojado de todo aquello que ella amaba y conocía.

- ¡¡DESGRACIADA!! ¡TODO ES POR TU CULPA! ¡Mi hija...! Mi niña... Noo... - gritaba Anne desesperada, revolviéndose para liberarse del agarre en el que la tenían presa Alec y Tomás. 

- Mami... ¡Mami! - lloriqueaba Julie intentando ir junto con su madre pero Zeev la mantenía junto a él. - Zeev, ¿a dónde llevan a mamá? Quiedo id con mami.

- Lo siento Julie. - a Zeev se le quebró la voz al intentar pronunciar  alguna palabra que animara a Julie así que se agachó y abrazó a la niña. 

Lya y yo observábamos la escena con tristeza. Lya vio que la presencia de la niña sólo empeoraría el estado de animo de Zeev, así que con palabras dulces y animadoras sacó a Julie de la sala. Dejándonos solos a Zeev y a mi. Un sentimiento de culpabilidad inundó mi ser al tiempo que el sentimiento de orgullo y satisfacción por haber descubierto una traición interna. Pero también por mi culpa la vida de una joven había sido destruida. No sabía como sentirme realmente.

martes, 17 de diciembre de 2013

Capítulo 23

Se respiraba el nerviosismo en el ambiente en cuanto entre de nuevo en la sala donde estaban todos. Resonaban encima de nuestras cabezas intentos desesperados de entrar en nuestra fortaleza.

Mire la reacción de cada uno de ellos. Todos en general se habían preparado para pelear. Alec se veía serio y concentrado en el arma que limpiaba entre las manos. Tomás tecleaba rápidamente cosas indescifrables para mí en el ordenador. Lya estaba nerviosa pero mantenía la calma como podía; al verme pareció impacientarse más. Julie estaba muerta de miedo en los brazos de su madre, mientras que ésta estaba como nerviosa, pero se le notaba sobre actuado. No me fiaba de Anne, su mirada era fría y calculadora aún que la solía disimular bajo una mirada dulce de madre inocente.

- ¿Y Zeev? - preguntó Anne mirándome con ojos acusadores.

- No está en disposición de hacer nada ahora mismo. Me ha puesto al mando...

- ¡¿Tu?! ¡Ja! Pero si no sabes ni quién eres realmente, ni el lugar al que perteneces. Yo no pienso seguir las órdenes de una desfasada mental. - las palabras de Anne me provocaban rabia y dolor al mismo tiempo. No sabía si ignórala o contestar. Me decidí por lo segundo ya que todos esperaban que lo hiciera.

- Estoy de acuerdo contigo. Yo tampoco entiendo la decisión de Zeev. Yo misma tampoco seguiría a una persona que se sabe su nombre por casualidad. Pero por algo lo ha echo. Lo hizo porque un día fui vuestra líder, dice que eso lo sigo llevando dentro. Aún que no recuerde todo de mi vida, recuerdo el motivo de mi lucha contra ese asqueroso gobierno que nos acecha. Voy a acabar con los que le hacen daño a lo que más quiero. Eso lo tengo muy claro. - dije, por primera vez en mucho tiempo, tan segura de mi misma que me sentía capaz de comerme el mundo. - Pero, no puedo hacerlo yo sola. Ayudarme y os prometo que me dejaré la vida por el camino para protegeros.

Unos aplausos resonaron en la habitación. Alec había dejado su arma a un lado y aplaudía mi discurso con orgullo. Me dejó a cuadros, lo que decía no era por agradar a nadie ni era un farol para ganármelos y después venderlos, lo que decía lo decía de lo más profundo de mi ser.

- Bravo. Por fin he vuelto a oír a mi líder. Por eso mismo me uní a esto. Para derrocar a la tiranía y crear un lugar mejor para vivir. Yumi, ¿lista para la guerra? - me tiró el arma que tan arduamente estaba limpiando. Cogí el aparato al aire, era mucho más pesado de lo que creía.

- No, no estoy preparada. No se utilizar esto. - miré lo que tenía analizándolo. Era de color negro. Parecía un aparato muy moderno, su complejidad en si era un tanto abrumadora.

- Pero estamos para ayudarte a recordar como era. Como sentirte al pelear por lo que quieres. - dijo Lya sin levantar la vista del suelo. - Recordar lo que se siente al arrebatar una vida.

Arrebatar una vida... Nunca me habría imaginado que la situación llagara tan lejos. Me vi allí; en medio de una revolución, con un arma en la mano disponiéndome para asesinar a quien se pusiera en mi camino. En ese momento la imagen de Will en casa conmigo se me hizo una delicia. Si tuviera la certeza de que pudiera llegar a él, abandonaría esta pesadilla casi sin pestañear. ¿Quién en su sano juicio quiere meterse en una guerra? Pero un mundo perfecto ha de ser mentira. Así que la opción que me quedaba era pelear sin titubear. Nunca me había creído capaz de nada así, siempre me he visto a mi misma como una chica tonta que no sabe ni en que sitio está. Pero al ver las miradas de los que me rodean sé que aún que me sea algo increíble ahora, en algún momento de mi vida fui una líder, una persona en la que todos ellos confiaron y lo estaban volviendo a hacer aún a sabiendas que estábamos en una situación más que negra.

- ¿Cuánto tiempo tengo, Tom? - le preguntó Alec al muchacho, que con el reflejo de la pantalla en las gafas no se podían ver sus ojos caoba.

- Como mucho diez minutos antes de que terminen con la primera puerta. Con la segunda tendremos unos veinte minutos más.

- En diez minutos estamos de vuelta. - Alec me agarró del brazo y me arrastró hacia la salida.

- ¿A dónde vais? - preguntó Anne.

- A darle una clase exprés de como usar un arma. - explicó el muchacho con una sonrisa pícara en el rostro. - Vamos, Yumi.

Asentí y salimos disparados. Le seguí por un estrecho pasillo en la parte más baja del búnker. Al final de aquel pasillo de piedra gris y húmeda había una puerta metálica y pesada. Al traspasar el portalón entramos en una sala enorme donde supongo que era el campo de tiro. Alec se dió la vuelta y miró mi arma.

- Intenta pensar la manera más correcta de colocarla, era tu arma preferida fijo que si haces memoria sabrás usarla. - no sabía muy bien cómo colocarla pero me dejé llevar y me arriesgué. La cogí con la mano derecha y estiré el brazo en una posición cómoda para apuntar y disparar. - Perfecto. Genial, ahora mira al frente y intenta darle a ese muñeco de allí. - miré en la dirección que apuntaba su dedo. Era un muñeco de no más de un metro de alto y estaba a una distancia de cien metros.

- ¡Es imposible que llegue a darle!

- Tu apunta y dispara.

Hice lo que decía Alec. Apunté al centro del maniquí y apreté el pequeño gatillo. Con un gran estruendo una bala salió del cañón y en micro segundos impactó en la pared que había detrás de mi objetivo.

- No voy a darle.

- Si eres así de negativa, claro que no le darás jamás. Relájate y visualizarte disparando y dándole.
Lo hice. Respiré hondo y cerré los ojos para concentrarme; me imaginé a mi misma haciendo lo que debería de hacer. Al hacerlo fue más un recuerdo que una imagen imaginada.

Abrí los ojos y volví a apuntar cuidadosamente, ésta vez la tranquilidad corría por mi cuerpo. Me sentía a gusto. Apreté el gatillo y la bala impactó con gran estruendo en el muñeco.

- ¿Ves? Aparte le has dado en el centro, muy bien. Ahora un poco más difícil. Dispara en blancos móviles y no te dejes ninguno. - dijo en un tono divertido. Estaba loco, lo que acababa de ocurrir era la suerte del principiante. Era imposible que lograra repetir lo ocurrido.

Alec me puso una mano en el hombro en señal de apoyo y entró como en una especie de cabina en la que pude observar todo tipo de ordenadores para contabilizar los tiros y las dianas, o eso supuse. Me concentré y olvide todo lo que tenía dentro de mi. Escuché cada recoveco de la gran sala a la espera de algo que me indicara por donde iban a salir mi objetivos. Por fin un ápice de mecanismos en movimiento resonó débilmente por mi franco izquierdo. Me giré y de la nada salió otro muñeco idéntico al estático del fondo. Disparé pero poco tiempo me dio a regodearme en si le había dado o no, oí más chirridos a mi espalda y ya salía con una velocidad pasmosa el muñeco de la pared. No recuerdo bien a cuántos muñecos logré disparar con acierto, puesto que fueron muchos a los que disparé en aquel entrenamiento. Al acabar yo estaba sudando del movimiento requerido en el ejercicio, la pistola ya no estaba fría como cuando me la dieron y el ambiente olía a pólvora.

- Como era de esperar de ti. - dijo Alec saliendo de la cabina. - Has dado en todos los blancos y con una precisión muy exacta.

- Pues ha sido sin querer.

- No, tu antiguo yo está dentro de ti, gritando las respuestas que buscas en silencio. Solo tienes que esforzarte un poco y oírlas. - me sonreía con su sonrisa de medio lado. - Se acabó entrenamiento, subamos a la verdadera guerra. Suerte, y procura encontrarte a ti misma - me apoyó sus dos manos en mis hombros como animándome.

¿Sería realmente capaz de ser quien querían que fuera? ¿De aguantar en frente al miedo sin vacilar? Estaba realmente aterrada. Una guerra se vacilaba entre mis manos y dependía de mi la capacidad de supervivencia de unas personas importantes. No me parecía una situación muy real pero la sensación que tuve al disparar sí que lo sentí como tal. Cerré los ojos y me concentré en esos gritos silenciosos de los que me hablaba Alec. No los oía pero si que sentía la fuerza suficiente como para seguir de pié ante la adversidad y ganarle la batalla al miedo. Iba a proteger a aquellas personas a costa de mi vida si fuera necesario. ¿Sería eso lo que debería de recordar?

lunes, 18 de noviembre de 2013

Capítulo 22

Siete años antes

Los entrenamiento de esos días fueron duros. Pero los jóvenes no estaban centrados completamente en ellos porque no dejaban de pensar en aquella proposición dicha por su sargento.

- "...Por haber logrado ser los mejores de vuestra promoción os ofrecen la oportunidad de ser parte de "Titan"..." - las palabras resonaban constantemente en sus mentes.

Al llegar la noche todos los soldados se reunieron en el comedor para cenar. La cena fue tranquila y acogedora como siempre. Al terminar los jóvenes soldados fueron a hacer un entrenamiento por el campo. La noche era hermosa.

- Hoy ha sido un día duro... - comentó Alan.

- Si, y mañana peor. Según las estadísticas nos harán trabajar más a más acercamiento de la fecha de decisión de lo que nos ofrecieron. - dijo Erik escondido detrás de sus gafas y con su habitual forma de hablar técnica. Era un muchacho que triunfaba por su alto cociente intelectual y su agilidad mental para hacer que cada batalla siempre fuera a su favor.

- ¿Sabéis ya lo que vais a decir? Mañana hay que responder a si participaremos en Titan o no. Yo sí que lo haré. Quiero más fuerza y poder y ésto me lo puede conseguir. - preguntó Dani con sus ojos azules brillando de emoción.

- Yo también. - Charlie se pronunció. Charlie era el mayor de todos. Tenía mucha habilidad y arte para la guerra, vivía para ello. Su mayor característica era su pelo rojo y su silencio, ya que jamás hablaba.

- Yo también. Y no cambiare de opinión. - dijo Alan.

- A mi no me desagrada la idea y las vueltas que le he dado éstos días me ha llevado a pensar que sí, lo haré. - soltó Erik.

- Yo no lo sé. Aún le doy vueltas a la cabeza. - dijo Jesse.

- Yo no. - dijo Gallager.

- Jesse, Will. Sois los mejores y ¿no vais a aprovechar ésta oportunidad?

- Yo tengo demasiado que perder, estoy en el ejército por mi padre. Según él todo gobernante ha de saber lo que significa defender al país desde primera fila. A mi me gusta más la ciencia. Paso de Titan. - dijo Will serio y seco. - A parte, en cuanto pueda saldré del ejército y la conquistaré.

- ¿Qué chica tienes en mente Don Juan? - inquirió Alan.

- Yumi Wilder, ¿verdad? - le dijo Jesse provocando que Will le mirara. - Te gusta desde hace mucho. Pero vaya mezcla.

- ¿Quién es Yumi Wilder? - preguntó Dani.

- La única hija de el senador Marc Wilder. Mis conocimientos sobre ella son limitados pero sé que es una revolucionadora, cabecilla de esa rebelión que poco a poco se está alzando contra el gobierno. - informó Erik.

- Sí, hombre - le explicó Alan a Dani al ver su cara de perplejidad. - La chica tan guapa que sale en las noticias. Que es castaña con el pelo muy largo y los ojos azules. Es la que cada dos por tres provoca las misiones que nos dan de terminar con las manifestaciones y todo eso.

- ¡Aaah! Ya sé. Pues qué mujer. - soltó Dani - ¿Y tu, Jesse? ¿Qué harás?

- No lo sé. Es una decisión importante y hay mucho en juego. Seremos super-soldados y dios sabe por lo que pasaremos para llegar a ello y lo que pasará después. Nos prometen la luna y las estrellas, pero yo no creo que se llegue a ellas tan fácil. No lo sé chicos...

- Jesse, ten en cuenta de que llegarás a superar a tu padre. - le dijo Will, poniéndole una mano en el hombro. - Es la mejor opción que tienes.

- No sé...

- En todo caso vayamos a dormir mañana será un día duro. - dijo Charlie. Todos opinaron igual y se marcharon a dormir.

A la mañana siguiente ocurrió lo mismo que tres días atrás; el sargento entró en el dormitorio serio y cabizbajo, todos los soldados presentes le saludaron y el sargento comenzó a hablar:

- Bien, han pasado los días de plazo para pensar la proposición que se os ha hecho. Los que estáis a favor dad un paso al frente. - únicamente se movieron cinco personas de su posición. - Como me supuse, seriáis vosotros. Muchachos sois valientes para aceptar ese destino. Me retiro. Venid los cinco a mi despacho cuando os terminéis de preparar.

Aún después de que el sargento se hubiera ido la tensión se podía palpar en el ambiente. Unos irradiaban ilusión, otros nerviosismo, otros miedo y otros envidia. Los muchachos se prepararon y se dirigieron en orden hacia la dirección que les había indicado su superior. Al llegar allí se encontraron al sargento sentado en su escritorio revisando unas carpetas con el nombre de cada joven que se presentaba para aquel cometido.

- Chicos, voy a ser sincero, no me hace ninguna ilusión que cinco de los mejores soldados que han pisado este lugar se vayan para ser ratas de laboratorio. - el hombre se recuesta en su sillón con todos los informes en la mano y los va tirando encima de la mesa según va diciendo cada nombre. - Charlie Roggo, uno de los más veteranos de su clase. Alan Maft, un alumno con gran fuerza y bastante poder en cuerpo a cuerpo. Daniel Wilsam, con poca resistencia pero un gran talento para la escapada. Erik Jan, un gran estratega y gran genio. Y por último Jesse McConaughey, uno de los soldados más destacados que existen en este país. Todos vosotros sois unos soldados excepcionales y espero que salgáis ilesos. - petan a la puerta y entra un hombre mayor con una bata blanca - Soldados, os presento a Germán Valdes, el científico que llevara a cabo Titan.

Los soldados saludaron pero no obtuvieron respuesta del científico, solo una mirada analítica de cada uno de ellos. Los ojos castaños del hombre se paseó por cada joven mirando cual de ellos era el más adecuado.

- Retiraros y hoy descansad. Mañana a primera hora comenzaran las pruebas. - dijo el viejo desviando la vista a las carpetas que había encima del escritorio del sargento y cogiéndolas.

- ¡Sí señor! - dijeron los cinco al unisono y se retiraron.

- ¿Les irá bien? - preguntó el sargento.

- Eso sólo depende de ellos.

El científico, ya apoderado de los informes de cada soldado sale del despacho dejando al sargento solo. Este coge una foto de un cajón y la mira con cariño. En ese trozo de papel están retratadas las caras de cada uno de esos muchachos y de William Gallager, en su primer año de soldados rasos. El hombre aún recuerda cuando sacó esa foto por petición de Daniel para que, según el joven, recordara a "los mejores soldados que nunca existirán".

- Suerte chicos...

martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 21

Las puertas se cerraron con una rapidez casi incomprensible por su tamaño según cruzamos el umbral Zeev y yo. Yo estaba nerviosa. ¡¿Will?! El chico al que había creído ver era Will. Imposible. ¿Habría encontrado al Will de éste mundo o sería el mismo al que yo quería tantísimo? ¿Pasaría cómo en el caso de Zeev que eran dos chicos totalmente diferentes en un lugar y en otro? No lo sabía pero no podía saberlo en la situación que tenía entre manos en ese momento.

Todos se reunieron en la sala principal a esperar nuestros informes de lo que acababa de ocurrir en la superficie. Al llegar nosotros hubo un silencio de atención.

- ¿Cuantos son? - preguntó Alec con sus ojos azulones, normalmente alegres, serios y oscuros debido a la presión del momento.

- Por lo que vimos, muchos. - dijo Zeev con un tono de voz oscura.

- Por lo que se ve por las cámaras hay unas dos docenas o más. - comunicó Tomás desde delante del monitor. - Y como "manda más" no os imagináis quien está. - giró su mirada hacia el grupo. Todos, excepto yo, casi saltaron para verlo.

- Estamos perdidos... - soltó Anne, agachándose a abrazar a la pequeña Julie.

- El Capitán McConaughey me lo esperaba, pero el no. - saltó Alec.

- ¿Quién? - intenté acercarme al monitor pero Zeev me lo impidió.

- William Gallager, el hijo del presidente de esta mierda de lugar. - dijo Lya con asco
.
- La persona que más odio en este planeta - susurró Zeev, pero no sin antes que le propiciara una mirada entre perplejidad y odio.

- Tengo que proteger mi investigación... - saltó Germán con una prisa anormal.

- ¿Qué investigación? ¿Las armas que desarrollas? ¿La biotecnología?  - preguntó Tomás.

- Tiene que ocultar cómo me creó... - soltó Zeev sin que nadie se lo esperara.

- ¡¿Te hizo ésto Germán?! ¡¿Y por qué estás con él?! - grité sin querer.

Se oyó una explosión que provocó que el tema quedara para otra ocasión. Todos a la vez miramos la superficie. Tomás miró el monitor de vigilancia, yo miré a Zeev. No me podía creer lo que acababa de descubrir. Me parecía insólito y muy desconcertante.

- Están intentando abrir la puerta con explosivos. ¿Qué hacemos? - dijo Tomás desde su posición.
- La puerta no aguantará mucho a éste ritmo. ¿Qué hacemos, Zeev? - comentó Alec. Zeev se veía pálido y con no muy buena cara. No sabía si decirle que ordenara algo ya para ponerle remedio a éste ataque o decirle que si quería un médico. Me fijé en que la espada que nos habían lanzado momentos antes le había alcanzado en una mejilla, haciéndole un pequeño e insignificante corte. Pero el corte no sanaba. La herida seguía abierta.

- ¿Zeev? - pero no obtuve respuesta, a Zeev se le pusieron los ojos en blanco y las fuerzas le fallaron. Calló encima mía, a duras penas podía sujetarlo. Todos corrieron a socorrerle. Yo me quedé pálida.

- Llevarlo a la habitación de Germán - le ordenó Lya a Tomás y a Alec, que entre los dos llevaban a Zeev en brazos.

Anne estaba a punto de llorar y corrió junto a Zeev para estar a su lado. Julie se aferró a mi camiseta, yo la cogí en brazos y nos fundimos en un abrazo. No sé que es peor, la situación de que nuestra muerte era inminente a manos de soldados despiadados o ver a una persona que, aún estando mal él, siempre mantenía la buena cara para no deprimirte a ti, observar como está tan mal... Dos lágrimas rodaron por mi rostro... ¿Saldríamos de ésta?

Me mantuve junto a la niña, abrazándonos y calmándola lo que pude, no podía dejarla sola en ésta situación. La verdad me cabreó un poco la reacción de su madre, sé que le tiene cariño a Zeev o incluso que sea algo más de cariño, pero hay confiar en que esté bien. Mientras mantenía a la niña en brazos y pensaba en la situación Anne se acercó a nosotras y me arrebató a la niña con rudeza, lo que provocó el llanto de la pequeña.

- Vete, te quiere a ti no a mí - me soltó malhumorada y con los ojos llorosos, juntando a Julie contra su pecho para calmarla.

No le discutí, de hecho asentí y salí de la habitación con dirección al cuarto de Germán. Al llegar allí entré con una decisión que hasta entonces creí perdida. ¿Por qué tenía esa necesidad interna que me obligaba a estar así de preocupada por un chico? Había algo dentro de mi que sentía que estaba, pero que cuando lo buscaba no aparecía. Era extraño. Continué mi marcha pasando por delante de todos los que se encontraban en la habitación e ignorando sus intentos por detenerme. Traspasé esa barrera extraña y entré en el laboratorio. Germán me posó la mano en el hombro y agachó la cabeza.

- No sé como estará. He echo lo que he podido, pero no tengo ni idea si será suficiente. Por ese corte superficial le han introducido una gran cantidad de veneno, lo que ha hecho que toda su inmunidad caiga a ras de suelo. - miré en la dirección en la que Zeev se encontraba en la camilla. Y me dirigí hacia allí. Me quedé a su vera y con cariño le tomé la mano.

- Gracias, por estar conmigo - susurro en un suspiro apenas audible. Sus ojos de gato me miraban con cariño y asombro. Su palidez y el sudor frío que le recorría todo el cuerpo hacían de él un niño enfermo. Por primera vez en toda mi vida vi en su mirada miedo y dolor.

- Tu has estado más veces - repliqué.

- Cuídalos, necesitan alguien que dirija ésto.

- Zeev, oye, no hables así. Vas a ponerte bien...

- No antes de que entre el ejército. - me interrumpió - Escúchame, sigue tus instintos y conseguirás ganar. Tu lo hacías antes, recuerda como eras, lo que hacías. Se una luchadora, no una princesa - me sonrió, acariciándome la mejilla al tiempo.

- No te prometo nada, pero haré lo que pueda. - me levanté y le bese en la frente. Acto seguido me dirigí a la salida, había vidas en juego y ahora todo dependía de mí y mi instinto.

domingo, 13 de octubre de 2013

Capítulo 20

Salí de la sala corriendo, no aguantaba verle sufrir tanto. Me dirigí a cualquier dirección y acabé fuera bajo un sol castigador. No podía sacarme de la cabeza los gritos de Zeev. Me quedé allí tirada, en la hierba al lado del arrollo, con los pensamientos en blanco. Intentando olvidar la escena tan desagradable que acababa de ver. No recuerdo cuanto tiempo estuve allí mirando la nada, oyendo sin oír mi alrededor... Ni cuenta me di de que alguien se sentaba detrás mía hasta que habló.

- Siento que me vieras así. - dijo Zeev.

Me sobresalté algo al oírle, pero intenté no demostrarlo. - Yumi, yo...

- No pasa nada. - le interrumpí. - No pidas disculpas por eso, me advertiste de que me fuera y no lo hice, fue mi culpa no la tuya.

- Suenas como antes...

- ¿Antes? ¿Cómo cuando me conociste en aquel bosque o cuando era yo la jefa de todo esto? - pregunté algo cabreada, a lo que la pregunta dejó un tanto sorprendido a Zeev- Oí lo que estabais hablando Anne y tu el primer día que vine aquí, o por lo menos el primer día que yo recuerdo estar en este lugar. - me giré seria para poder mirarle a los ojos y proseguí a hacerle una proposición que me había rondado por la cabeza durante mucho tiempo. - Cuéntame mi historia.

- Pero no se si te hará bien... - dijo evitando mi mirada y agachando la cabeza.

- Mira, estoy confundida y asustada porque no se quién soy. Estoy peor en esta situación. - protesté intentando convencerle -  No decidas por mí en esto. - susurré triste. No podía evitar el sentirme así... - Realmente me siento vacía por dentro, como si estuviera en el cuerpo de otra persona pero con mi misma cara. - continué con la voz mis pensamientos.

- Antes eras una persona dura, decidida, inflexible pero también respetuosa y cariñosa. Una luchadora - comenzó a relatar Zeev. - La vida no te trató bien y para contrarrestarla te convertiste en esa persona...

- ¿Cómo que la vida no me trató bien?

- Bien, empezaré por el principio. Tu padre era uno de los altos cargos del gobierno, un gran hombre y un gran padre. Lo admirabas muchísimo. Te había criado solo y te había convertido en una mujer dulce y amable a la que todos adoraban. Pero la crisis comenzó y el gobierno, con un nuevo presidente a la cabeza, cambió radicalmente. La gente comenzó a pensar de una forma que muy pocos toleraban y entre esa gente os encontrabais tu padre, tú y todas estas personas. - hizo un amplio ademán que abarcó al búnker, a las personas a las que se refería eran los rebeldes. - Tu padre al ser un hombre de poder tenía que mantener la postura y callarse, pero ni tú ni los rebeldes teníais que hacerlo así que protestabais por las injusticias cometidas sin importar las consecuencias de vuestros actos. Pero hubo una consecuencia que provocó que tu vida diera un vuelco de ciento ochenta grados. El gobierno ejecutó a tu padre públicamente como se hacía en la edad media. - su tono de voz era oscuro, igual que la expresión de su rostro.

Entonces, mientras relataba todo aquello, a mi mente acudían imágenes, pequeños fragmentos de memoria que recuperaba con gran dolor en mi corazón. Podía ver a un hombre con el rostro amable mirándome y sonriéndome con cariño; mucha gente en una protesta conjunta contra un gobierno corrupto; y una horrible imagen de aquél hombre colgado por el cuello, balanceándose en el vacío con la mirada perdida y los labios azules por la falta de oxígeno. El sonido de mi voz en un grito desesperado volvió a mí. Las lágrimas comenzaron a rodar por mi rostro como aquel día.

- Lo recuerdo. - dije para sorpresa del muchacho. - Mi padre murió protegiendo una causa por la que yo peleaba...

No pude proseguir, puesto que en un rápido movimiento Zeev miró hacía una dirección y una espada se clavó entre él y yo. La espada de el Capitán. El arma le había hecho un corte en la mejilla a Zeev pero poco le importó. Me cogió de la mano y me levantó del suelo. Intenté alcanzar la espada pero él me lo impidió.

- No la toques. - tiró de mí y salimos como balas hacía dentro del búnker. - ¡¡¡Soldados!!! - gritaba Zeev para alertar a los demás.

En un giro de cabeza vi un grupo grande de personas uniformadas de blanco salir de los arbustos. Lo capitaneaban dos personas bien distinguidas. El Capitán McConaughey y otra persona vestida de blanco con muchos galardones en su chaqueta... ¿Will?

viernes, 27 de septiembre de 2013

Capítulo 19

Me pase varios días investigando un poco aquel lugar, con la ayuda de Julie, ya que no quería despegarse de mi.

Parecía un búnker que se hayaba en un bosque muy espeso. Lo habían camuflado de una manera impresionante. Consistía en una entrada grande y gruesa de metal que te introducía, mediante unas escaleras, bajo tierra. Al acabar los escalones te encontrabas otra puerta gruesa, de seguridad, supuse. Al franquearla entrabas en una gran sala diáfana. En el medio del techo se hayaba como un tragaluz, el cual estaba camuflado en la superficie mediante agua. El tragaluz se encontraba en el fondo de un pequeño lago colindante, era increíble. La sala estaba franqueada por todo puertas de metal, y detrás de cada una se encontraban las distintas estancias necesarias para la vida en aquel lugar.

Ese día nos disponíamos Julie, yo y Lya, una jovencita de procedencia hebrea a la que había conocido en mis primeros días allí, a salir al bosque a que la pequeña me enseñara las plantas y todo lo que tenía que saber para poder sobrevivir en el bosque cuando observé que Zeev se introducía en la única habitación en la que yo no había podido entrar a explorar.

- ¿A dónde va, Zeev? ¿Qué hay allí? - le pregunté a Lya.

- Ese es el laboratorio de Germán. - Yo a ese tal Germán no lo había visto aún, sólo me habían contado un poco de él: que era un viejo huraño, un antiguo científico del gobierno, y que estaba un poco loco. - No sé porqué va allí, supongo que a visitar al viejo. - se encogió de hombros quitándole importancia.

- Vale, pues voy a ver qué va a hacer. - dije ya dispuesta a cruzar el umbral. - Tengo curiosidad.

- La curiosidad mató al gato - oí la voz de Lya a mis espaldas.

"No, a mi no" me negué mentalmente a mi misma. Al franquear la puerta me topé con una habitación totalmente corriente, incluso tenía cierto parecido con la mía. Pero lo extraño es que no había nadie allí, nadie. Lo cual me dejo desencajada ya que Zeev había entrado en aquella estancia segundos antes que yo. Me puse a mirar por las esquinas o por cualquier lado por el que se puede haber escondido una persona de su tamaño.

- Espero que recuerdes que odio que toquen mis cosas, Yumi. - sonó una voz extraña detrás mía, la voz de una persona de edad avanzada. Me giré velozmente y allí plantado como salido de la nada se encontraba un hombre de pequeña estatura y encorvada figura. Su pelo canoso se hayaba despeinado y las arrugas del rostro estaban muy marcadas. Sus ojos castaños se encontraban escondidos detrás de unas gafas redondas. - Sígueme.

Sin mediar palabra se dio media vuelta y atravesó la pared cómo si nada, desapareciendo inmediatamente. Me acerqué a la pared y aproximé la mano con temor para tocar aquella extraña cosa. La toqué, o eso parecía porque sólo sentía que tocaba aire, es decir, no tocaba nada. Franqueé totalmente la pared y apareció ante mí una sala enorme toda llena de artefactos muy modernos. Miré a la pared y desde ésta perspectiva se podía observar que la pared era una especie de holograma proyectado, muy inteligente si no quieres que la gente husmee en tus cosas, sobretodo si tus cosas concierne un laboratorio secreto.

- No toques nada, niña. - me advirtió Germán desde atrás de una máquina. - ¿Estás preparado?

- No. ¿Por qué está ella aquí, Germán? - se oía la voz de Zeev en la posición de el anciano, así que rápidamente fui a ver. Zeev estaba atado a una especie de camilla. Nunca había visto unas tiras como aquellas, tenían pinta de ser durísimas y aguantar mucha resistencia.

- ¿Qué pasa aquí? ¿Por qué estás atado hay? - pregunté.

- Verás, niña, si no hubieras sido tan... como eres tu, él no estaría así. - soltó Germán dejándome boquiabierta, lo cual provocó que mirara a Zeev en busca de una información más detallada.

- La espada de mi padre contiene una sustancia modificada, la única cosa que si entra en mi organismo, después de unas cuantas horas en él, me hace daño interno. - me explicó Zeev - Germán desarrolló un tipo de antídoto y me lo tiene que inyectar pero produce mucho dolor así que por si me desmadro me quedo aquí atado mientras dura la intervención.

- Decidió él lo de atarse. - dijo Germán. - Bueno, allá voy. - miré para el viejo y tenía agarrada en una mano una jeringuilla rellena de un líquido incoloro.

- ¡No espera! ¡Yumi, sal de aquí! -  no me dio tiempo a hacerlo, ya que Germán había hecho caso omiso a las súplicas del joven y ya le estaba introduciendo la aguja en el brazo.

El cuerpo de Zeev se contrajo o por lo menos lo intentó pero se lo impidieron las cuerdas. Su cara tenía una expresión de dolor insoportable. Tuve que apartar la mirada de aquel muchacho y taparme los oídos para no tener que oír sus gritos de dolor ¿Por qué me sentía tan sumamente mal cuando lo veía así? Tenía la sensación de haber visto a este chico sufrir y llorar de dolor en otra ocasión pero ¿Cuándo? ¿Y por qué éstos remordimientos?