Se respiraba el nerviosismo en el ambiente en cuanto entre de nuevo en la sala donde estaban todos. Resonaban encima de nuestras cabezas intentos desesperados de entrar en nuestra fortaleza.
Mire la reacción de cada uno de ellos. Todos en general se habían preparado para pelear. Alec se veía serio y concentrado en el arma que limpiaba entre las manos. Tomás tecleaba rápidamente cosas indescifrables para mí en el ordenador. Lya estaba nerviosa pero mantenía la calma como podía; al verme pareció impacientarse más. Julie estaba muerta de miedo en los brazos de su madre, mientras que ésta estaba como nerviosa, pero se le notaba sobre actuado. No me fiaba de Anne, su mirada era fría y calculadora aún que la solía disimular bajo una mirada dulce de madre inocente.
- ¿Y Zeev? - preguntó Anne mirándome con ojos acusadores.
- No está en disposición de hacer nada ahora mismo. Me ha puesto al mando...
- ¡¿Tu?! ¡Ja! Pero si no sabes ni quién eres realmente, ni el lugar al que perteneces. Yo no pienso seguir las órdenes de una desfasada mental. - las palabras de Anne me provocaban rabia y dolor al mismo tiempo. No sabía si ignórala o contestar. Me decidí por lo segundo ya que todos esperaban que lo hiciera.
- Estoy de acuerdo contigo. Yo tampoco entiendo la decisión de Zeev. Yo misma tampoco seguiría a una persona que se sabe su nombre por casualidad. Pero por algo lo ha echo. Lo hizo porque un día fui vuestra líder, dice que eso lo sigo llevando dentro. Aún que no recuerde todo de mi vida, recuerdo el motivo de mi lucha contra ese asqueroso gobierno que nos acecha. Voy a acabar con los que le hacen daño a lo que más quiero. Eso lo tengo muy claro. - dije, por primera vez en mucho tiempo, tan segura de mi misma que me sentía capaz de comerme el mundo. - Pero, no puedo hacerlo yo sola. Ayudarme y os prometo que me dejaré la vida por el camino para protegeros.
Unos aplausos resonaron en la habitación. Alec había dejado su arma a un lado y aplaudía mi discurso con orgullo. Me dejó a cuadros, lo que decía no era por agradar a nadie ni era un farol para ganármelos y después venderlos, lo que decía lo decía de lo más profundo de mi ser.
- Bravo. Por fin he vuelto a oír a mi líder. Por eso mismo me uní a esto. Para derrocar a la tiranía y crear un lugar mejor para vivir. Yumi, ¿lista para la guerra? - me tiró el arma que tan arduamente estaba limpiando. Cogí el aparato al aire, era mucho más pesado de lo que creía.
- No, no estoy preparada. No se utilizar esto. - miré lo que tenía analizándolo. Era de color negro. Parecía un aparato muy moderno, su complejidad en si era un tanto abrumadora.
- Pero estamos para ayudarte a recordar como era. Como sentirte al pelear por lo que quieres. - dijo Lya sin levantar la vista del suelo. - Recordar lo que se siente al arrebatar una vida.
Arrebatar una vida... Nunca me habría imaginado que la situación llagara tan lejos. Me vi allí; en medio de una revolución, con un arma en la mano disponiéndome para asesinar a quien se pusiera en mi camino. En ese momento la imagen de Will en casa conmigo se me hizo una delicia. Si tuviera la certeza de que pudiera llegar a él, abandonaría esta pesadilla casi sin pestañear. ¿Quién en su sano juicio quiere meterse en una guerra? Pero un mundo perfecto ha de ser mentira. Así que la opción que me quedaba era pelear sin titubear. Nunca me había creído capaz de nada así, siempre me he visto a mi misma como una chica tonta que no sabe ni en que sitio está. Pero al ver las miradas de los que me rodean sé que aún que me sea algo increíble ahora, en algún momento de mi vida fui una líder, una persona en la que todos ellos confiaron y lo estaban volviendo a hacer aún a sabiendas que estábamos en una situación más que negra.
- ¿Cuánto tiempo tengo, Tom? - le preguntó Alec al muchacho, que con el reflejo de la pantalla en las gafas no se podían ver sus ojos caoba.
- Como mucho diez minutos antes de que terminen con la primera puerta. Con la segunda tendremos unos veinte minutos más.
- En diez minutos estamos de vuelta. - Alec me agarró del brazo y me arrastró hacia la salida.
- ¿A dónde vais? - preguntó Anne.
- A darle una clase exprés de como usar un arma. - explicó el muchacho con una sonrisa pícara en el rostro. - Vamos, Yumi.
Asentí y salimos disparados. Le seguí por un estrecho pasillo en la parte más baja del búnker. Al final de aquel pasillo de piedra gris y húmeda había una puerta metálica y pesada. Al traspasar el portalón entramos en una sala enorme donde supongo que era el campo de tiro. Alec se dió la vuelta y miró mi arma.
- Intenta pensar la manera más correcta de colocarla, era tu arma preferida fijo que si haces memoria sabrás usarla. - no sabía muy bien cómo colocarla pero me dejé llevar y me arriesgué. La cogí con la mano derecha y estiré el brazo en una posición cómoda para apuntar y disparar. - Perfecto. Genial, ahora mira al frente y intenta darle a ese muñeco de allí. - miré en la dirección que apuntaba su dedo. Era un muñeco de no más de un metro de alto y estaba a una distancia de cien metros.
- ¡Es imposible que llegue a darle!
- Tu apunta y dispara.
Hice lo que decía Alec. Apunté al centro del maniquí y apreté el pequeño gatillo. Con un gran estruendo una bala salió del cañón y en micro segundos impactó en la pared que había detrás de mi objetivo.
- No voy a darle.
- Si eres así de negativa, claro que no le darás jamás. Relájate y visualizarte disparando y dándole.
Lo hice. Respiré hondo y cerré los ojos para concentrarme; me imaginé a mi misma haciendo lo que debería de hacer. Al hacerlo fue más un recuerdo que una imagen imaginada.
Abrí los ojos y volví a apuntar cuidadosamente, ésta vez la tranquilidad corría por mi cuerpo. Me sentía a gusto. Apreté el gatillo y la bala impactó con gran estruendo en el muñeco.
- ¿Ves? Aparte le has dado en el centro, muy bien. Ahora un poco más difícil. Dispara en blancos móviles y no te dejes ninguno. - dijo en un tono divertido. Estaba loco, lo que acababa de ocurrir era la suerte del principiante. Era imposible que lograra repetir lo ocurrido.
Alec me puso una mano en el hombro en señal de apoyo y entró como en una especie de cabina en la que pude observar todo tipo de ordenadores para contabilizar los tiros y las dianas, o eso supuse. Me concentré y olvide todo lo que tenía dentro de mi. Escuché cada recoveco de la gran sala a la espera de algo que me indicara por donde iban a salir mi objetivos. Por fin un ápice de mecanismos en movimiento resonó débilmente por mi franco izquierdo. Me giré y de la nada salió otro muñeco idéntico al estático del fondo. Disparé pero poco tiempo me dio a regodearme en si le había dado o no, oí más chirridos a mi espalda y ya salía con una velocidad pasmosa el muñeco de la pared. No recuerdo bien a cuántos muñecos logré disparar con acierto, puesto que fueron muchos a los que disparé en aquel entrenamiento. Al acabar yo estaba sudando del movimiento requerido en el ejercicio, la pistola ya no estaba fría como cuando me la dieron y el ambiente olía a pólvora.
- Como era de esperar de ti. - dijo Alec saliendo de la cabina. - Has dado en todos los blancos y con una precisión muy exacta.
- Pues ha sido sin querer.
- No, tu antiguo yo está dentro de ti, gritando las respuestas que buscas en silencio. Solo tienes que esforzarte un poco y oírlas. - me sonreía con su sonrisa de medio lado. - Se acabó entrenamiento, subamos a la verdadera guerra. Suerte, y procura encontrarte a ti misma - me apoyó sus dos manos en mis hombros como animándome.
¿Sería realmente capaz de ser quien querían que fuera? ¿De aguantar en frente al miedo sin vacilar? Estaba realmente aterrada. Una guerra se vacilaba entre mis manos y dependía de mi la capacidad de supervivencia de unas personas importantes. No me parecía una situación muy real pero la sensación que tuve al disparar sí que lo sentí como tal. Cerré los ojos y me concentré en esos gritos silenciosos de los que me hablaba Alec. No los oía pero si que sentía la fuerza suficiente como para seguir de pié ante la adversidad y ganarle la batalla al miedo. Iba a proteger a aquellas personas a costa de mi vida si fuera necesario. ¿Sería eso lo que debería de recordar?
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