Pasamos la mañana juntos, Will apenas se separa de mí. Hacemos la comida juntos, realmente parecemos una pareja. Por la tarde se tubo que ir a hacer unos recados así que me quedé sola en casa con mis pensamientos.
- Yumi... Si t apetece salir, sal. No es que me encante pero no puedo encerrarte, se que te gusta estar fuera. - dijo seriamente antes de salir - Me he comportado como un imbécil controlador y...
- Entiendo tu reacción y no te lo tengo en cuenta; estabas preocupado y yo no hacía más que ir por mi cuenta. - le interrumpí.
- No es disculpa. Prometo no fallarte nunca más. - se acercó para darme un beso en la frente, como solía hacer, pero esta vez fuí yo la que busco el roce de sus suaves labios; el calor de su cuerpo en aquél abrazo; ese cosquilleo en el estómago que me hacía perderme en el tiempo. - Por cierto, - mencionó al separarnos - las gracias te las doy yo a ti, por existir y darme una razón para continuar. - Me besó otra vez y se marchó.
Era encantador, todo principe que necesita una princesa. En cambio Zeev o Jesse, como quiera Dios que se llame, era caballero pero uno no de corcel blanco, sino de guerra. Todo con él era correr, esconderse, pelear. Vivir una mentira o una red de medias verdades en las que no sabía cual era realmente mi posición. Era tan extraño cuando me encontraba a su lado. El miedo invadía mi ser a cada instante. Era bipolar o algo así porque no ha existido ser que me tubiera más confusa que él. Pero Will era completamente transparente, no tenía ninguna duda de que él era mi mundo, de que con él llegaría a ser muy felíz.
Despúes de estar un buen rato sin hacer nada me decidí a ir a la ciudad a redescubrirla, puesto que pocos recuerdos guardaba de ella. Pasó por mi mente la idea de esperar de esperar por Will. La descarté. Yo no era una damisela en apuros, me sabía defender. Además si no me adentraba en zonas oscuras, como callejones, andaba por lugares bastante transitados y volvía antes de que anocheciera no me ocurriría nada.
Me vestí y salí de casa dispuesta a irme de expedición. La ciudad no se encontraba muy lejos de mi casa pero lo suficiente como para tener que ir en algún tipo de vehículo. El autobús era el transporte más económico y el más práctico. Cuando monté en aquél transporte público no era exactamente como yo recordaba. Las ruedas eran completamente redondas, esferas. El diseño era impresionante. Pero no pasaba únicamente con el bus, sino que todo se volvía cada vez más y más tecnológico y moderno a medida que avanzabamos hacía la ciudad. A pesar de mi ilusión y entusiasmo en algún punto de mi cabeza algo me decía que lo que estaba viendo no era bueno. Obvié esa vocecilla y disfruté de lo que tenía delante.
Todo lo que pasó por mis ojos aquella tarde era impresionante. Luces, altos rascacielos, edificios enormes construidos de metales brillantes y de vidrio, monumentos imposibles, tecnología por doquier... Todo aquello y más componía una ciudad enorme y preciosa, como no se ha visto jamás. Me sentía como el ser más pequeño del mundo. Todo era exagerado y hermoso. El estilo exuberante y extrovertido convertía a los ciudadanos en peculiaridades andantes con sus tacones altos, sus colores chillones y sus estrafalarias vestimentas, pero que no quedaban atrás con respecto al lugar donde vivan.
Como todos los caminos llevan a Roma, acabe delante de la mayor empresa científica y con mayor poder de la ciudad. La empresa que se hizo con el poder y construyó a su al rededor esa ciudad que tanto me cautivó. Festung Company. El edificio se alzaba imponente en el centro de la ciudad. Miré a través del cristal. La organización del interior era sorprendente. Al observar detenidamente me di cuenta que había milicia de la que había visto en aquella habitación con Zeev estaba aposentada en cada puerta. Algo muy gordo tenía que haber en aquella sucursal como que para el ejército estuviera allí vigilando y me daba que todo lo que me estaba pasando tenía algo que ver con eso, pero ¿que sería?
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