Contuve la respiración en cuanto la luz me cegó. El panorama desde un punto de vista humano, en vez de mecánico, era todavía más horrible. La sangre se olía en el aire de aquella amplia entrada, en la que habían estado congregados y dispuestos a matarnos unas cuantas decenas de soldados, lo que me provocó que la bilis se me subiera a la boca pero la contuve mandándola a donde pertenecía. Las moscas iban poco a poco apoderándose de los cadáveres allí abandonados. Aparte de las muertes que había visto desde la sala de control, varios soldados allí presentes habían sido gravemente mutilados, por ser causas colaterales del gran enfrentamiento entre los dos hombres que habían desafiado a la naturaleza convirtiéndose en graves erratas de ésta. Los miembros cortados a espada o arrancados de cuajo se hallaban aún tirados y ensangrentados mientras que los dueños de aquellas partes gritaban, sollozaban, lloraban y se morían lentamente bajo la aguda hoz del dolor y la agonía.
Apenas se divisaban las figuras de Will y Zeev. Sus golpes eran mortales y rápidos. Las chipas de ambas armas metálicas golpeandose en un baile agónico volaban por el aire a cada golpe. Miré a mi alrededor y vi los ojos caoba de Anne mirandome sin expresión, sin luz, sin vida. Como a ella una punzada de culpabilidad me atravesó el pecho dejándome sin respiración. Era la peor pesadilla que había vivido nunca. Necesitaba llamar la atención y acabar con esto. Cogí el arma con las dos manos y apuntando al techo disparé. Los trozos de escombros se precipitaron contra mi, pero apenas me cayó una nube de polvo blanquecino. Por segundos las miradas se centraron en mí, creando una paz efímera.
- ¡Basta! - grité con toda la fuerza que me vi capaz de encontrar. - Sois monstruos, - les dije sin apenas contener las lágrimas. Las palabras salían por mi boca sin darme tiempo a pensar que estaba diciendo. - arrebatais las vidas de los demás sin apenas percataros porque no os afecta. - la cara de Zeev se relajó, volviendo a encadenar al monstruo que lleva dentro, y sus ojos se abrieron como platos al darse cuenta de sus atroces actos. La espada, que debió de quitarle a su legítimo dueño en su salvaje trance, resbaló de su mano cayendo estrepitosa y sonoramente contra el suelo. Al ver esa acción la expresión se Will apenas cambió pero el pequeño paso que avanzó me ayudó a saber que algo planeaba hacer, y no se trataba de algo bueno. La mano en la que sostenía su espada se levantó para dar el golpe final a aquella lucha, pero la bala se le incrustó en esa extremidad dejándosela inútil. Le había disparado.
Nunca me imaginé esa sensación. Superioridad. A pesar de hacer daño a uno había salvado al otro. Pero el trabajo no había acabado, con todo el sufrimiento que han pasado muchas personas a causa de William Gallager, un disparo en el brazo no es suficiente. Con paso firme me acerqué a él, a una prudente distancia, levanté el brazo que portaba el arma y volví a apretar el gatillo. La bala impactó en su pierna izquierda, haciendo que callera al suelo. Un eco me gritaba lejanamente que me detuviera, que no lo hiciera. Ignoré esa voz y deje que se apoderara de mi ese sentimiento profundo y oscuro. Me detuve con William postrado a mis pies, tenía sus ojos verdes muy abiertos, una expresión de confusión y decepción deformaba su bello rostro, un mechón castaño le caía sobre los ojos, lo tenía mucho más largo que cuando le conocí en aquella vida de ensueño. Una imagen fugaz de aquel apuesto muchacho sonriendo hacia mí, acariciando mi piel, besando mis labios inundó mi mente durante un momento, pero todo aquello era mentira, una treta de un psicópata maníaco. Mi mano se levantó hasta que el arma estuvo a la altura de la sien de William. Solo tenía que tentar un músculo y se acabaría la pesadilla. Solo eso. Pero en sus ojos no había miedo, había desesperación. La voz en mi cabeza aumentó y comenzó a gritarme que me detuviera de inmediato. Algo impidió que apretara el gatillo, se me arrebató el arma y un brazo fuerte tiró de mi haciendo que mi cuerpo girara sobre si mismo. Zeev. Su cara me miró con preocupación mientras de reojo controlaba a William y continuaba apuntándole en la cabeza con la pistola para evitar algún movimiento estúpido que pudiera llegar a hacer.
- No voy a permitir que cargues con la muerte de una persona a sangre fría. - dijo serio clavando su mirada de oro en mis ojos. Dios mío... Iba a asesinar a una persona, a Will. La imagen de lo que podría haber pasado si no me hubiera detenido Zeev se paso por mi mente como un tren arrollándome. Miré a William allí tirado y herido, a punta de pistola y sólo el pensar que podría haber acabado con la existencia de una persona me destrozaba el alma. Yo no seré jamás la persona que decide quien vive y quien muere a pesar de lo que haya hecho en su vida. - Ve hacia dentro. - me ordenó firmemente, empujandome lentamente para atrás con el antebrazo. - ¡Ya! - alcé la cabeza y su mirada estaba fija en la cantidad de soldados que se aproximaban a nosotros. Comenzamos a retroceder un poco y al ver ese miedo William gritó:
- ¡¡Atraparlos!! - una cantidad desmedida de soldados comenzaron a correr hacia nosotros.
Giré sobre un pie y eche a correr hacía el interior del búnker. Sentía la presencia de Zeev pisandome los talones, lo que me tranquilizaba. A los pocos metros de llegar a la gran puerta metalizada sonó un gran estruendo y la mole de metal se abrió lo suficiente como para apenas entrar nosotros, pero para evitar que ningún intruso se infiltrara en nuestro refugio comenzaron a cerrar el portalón, cuando apenas nosotros habíamos pasado. La aprensión me empezaba a desbordar y me hacía perder el control de mi mente y cuerpo, moviendome así por puro instinto y miedo. Yo entré con rapidez y casi sin problemas pero Zeev, que iba detrás mía, le faltaron cinco centímetros para que su pie quedara aplastado entre las dos masas de metal macizo. El chocar de los cuerpos de los hombres que nos pisaban los talones contra las puertas resonaba por toda la sala, acelerando mi pulso a cada golpe.
- Tienes que salir de aquí. - dijo Zeev entrecortadamente a causa de la fatiga de la carrera. - Lleva a todos contigo, sé que eres capaz de ello. En tu cabeza está todo lo que necesitas, sólo esfuérzate en recordar. - se aproximó a mi y me acarició la frente delicadamente.
- Todos decís cosas así, y no sé porqué.
- Yumi, escúchame, ahora no es tiempo de discutir si podrás o no. Tu reúne a todos y sácalos por la trampilla de las calderas, - hice memoria de cuando me dedicaba a explorar el lugar y recuerdo ir con Julie a una sala llena de maquinaria en la que hacía mucho calor al final de un pasillo muy grande en la parte más apartada del bunker. - yo me quedaré aquí y los distraeré.
- ¡¡Jesse!! ¡¡Yumi!! ¡No hemos acabado! - se oía gritar a William tras nuestras espaldas, lo que nos puso más nerviosos.
- Es una locura, te matarán.
- No le tengo miedo a la muerte o el dolor, ya estuve en el infierno y he salido victorioso de él. Vete.
Me empujó hacía donde todos se encontraban y me vi corriendo asustada oyendo el sonido de mis desesperados pasos, alejandome de una persona que quería por puro pánico. Rogaba por que salieramos de esa situación, sea como sea, aunque el futuro se veía más oscuro que la noche.
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