Un suave beso en la frente me hizo abrir los ojos. Al abrirlos vi la dulce cara de Will mirándome con cariño.
- ¿No duermes más cómoda en la cama? - me dijo de cuclillas al lado del sofá, acariciándome el pelo suavemente. - Venga, vamos a cama.
Yo seguía medio dormida pero sabía que era la opción más sabia, así que accedí a su mandato y me levanté del sofá. Me tendió una mano que acepté inmediatamente, como un niño cansado que aferra la mano de su padre para no perderse por el camino a la cama. Cuando la fui a coger la mano de Will se me deshizo en mi mano; de repente las piernas me fallaron, la vista se me nublo y perdí de vista todo. Todo se volvió negro, el dolor me inundo todo el cuerpo y hacía frío. Mucho frío.
Poco a poco la luz fue penetrando hasta mis ojos y abrí lentamente los párpados. Me fui a mimar las heridas pero al tocarlas me di cuenta que hasta el más pequeño raspazo se había tratado. Mi brazo estaba sin la esquirla y vendado, ya apenas me dolía aún que me seguía notando débil. Me fijé en mi alrededor ¿En dónde me encontraba? Era una habitación sin ventanas, la luz que había se proyectaba de dos lámparas que colgaban del techo. Yo me encontraba en una de las tres camas que había en la sala. Parecía un hospital improvisado o una enfermería. Había estantes y armarios llenos de productos médicos.
La puerta de metal chirrió al abrirse. Detrás de aquella puerta salió una niña rubita y ojos curiosos.
- Yumi... - dijo aún detrás de la puerta. - ¿Ya puedo pazar? ¿O aún ziguez malita?
- ¡Julie! Déjala descansar. - me pareció oír la voz de Zeev desde detrás de la niña.
- Estoy despierta, no pasa nada. Pasa bonita. - invité a la niñita a pasar. Entró en la habitación como impulsada. Detrás de ella entró Zeev, no me equivocaba, era él. - Hola, - saludé a la pequeña. - tu nombre, si no me equivoco, es Julie, ¿no?
- Zi, pedo ¿te acuedaz o ez pod que ze lo oizte a Zeev?
- Se lo oí, que lista eres. - sonreí
- Entonzez zi que eztá malita como me dijizte - le dijo la niña mirando a Zeev. Pero él poco caso le hizo a la niña. Solo me observaba a mí con preocupación.
- Julie, vete a decirle a mamá que ya despertó, corre. - instó Zeev a la niña.
Esta asintió y salió corriendo. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo?
- No, estoy bien - le contesté seca.
- Estás enfadada, ¿qué hice ahora?
- No, bueno sí, algo. ¿Porqué me mentiste, Jesse? - su nombre lo pronuncié con un tono de rintitin.
- Osea, que Will ya te ha dicho que me llamaba así... - suspiró sonoramente y prosiguió - No te mentí. Mi nombre no es ese.
- Sí que lo es. Tu padre es un alto mando del ejército, de hecho no es que solo me lo haya dicho Will es que ya lo he conocido en persona, y tu eres o fuiste soldado. Te recuerdo todo vestido de uniforme y no con cara de buenos amigos.
- Fui. - suspiró y se sentó en la cama contigua a la mía. - Mi padre siempre tubo un papel importante en el ejército. Cuando era pequeño veía a mi padre como un héroe, que salvaba a la gente y protegía una ciudad, así que seguí sus pasos y entré en el ejército. Me entrené para ser el mejor soldado que tendría jamás mi padre en el pelotón. Y lo conseguí. Mi constitución y mi agilidad mental me permitieron en tres años ser el mejor de mi año, seguido por el hijo del presidente. Por fin vi a mi padre y a sus camaradas hinchados de orgullo diciéndome: "Jesse, muy bien hecho. Eres toda una promesa". - en su mirada se reflejó la alegría que sintió al rememorar esos sucesos. - Y entonces nos propusieron a los mejores de nuestra promoción convertirnos en super - soldados. De 15 aceptamos 5. Hoy en día doy gracias a Dios por que sólo fuéramos nosotros. Nos hicieron muchísimas pruebas. Cosas que hasta me cuesta recordar. Experimentaron con nosotros y el único que salió de aquella sala fui yo. Lo que recuerdo de ese día es dolor. Muchísimo dolor por todas las partes de mi cuerpo y la sangre corriendo. Ya no se si era la mía o la de mis amigos y compañeros que se encontraban empapados en ese líquido rojo, con la mirada perdida, pálidos y fríos. También recuerdo la mirada de mi mejor amigo mirándome desde un especie de palco que había en aquel laboratorio. Le odiaré desde aquella vez. - apretó los puños al mencionar todo aquello. La historia que me contaba era oscura y dolorosa. - Mientras yo llegaba al punto de llorar, retorciéndome de dolor por lo que estaba ocuriéndome; él me miraba con asco desde las alturas. Me sentí un insecto al que miraba para pisarlo y destrozarlo. No me podía creer que le gritara que me ayudara y lo que le dijo a los científicos fue que me ignoraran y siguieran con el experimento al precio que fuera. Cuando me desperté estaba en el hospital militar y mi madre se encontraba a mi lado, llorando por si no volvía a despertar. Mi padre entró en la habitación un rato más tarde con un montón de altos cargos del gobierno. Me inspeccionaron a conciencia y todos y cada uno de ellos me dijeron que era todo un prodigio y que felicidades por haber sobrevivido a aquello. Sus palabras me daban igual, yo seguía viendo a mis compañeros allí muertos. - la mirada no la separaba del suelo, se notaba que no estaba cómodo hablando de aquello pero yo no lo detenía porque quería saber su verdadera historia. - Yo reconocía que a pesar del daño psicológico hecho, la mejoría física era insuperable. Apenas me cansaba, las heridas se me curaban en segundos y la rapidez, agilidad y fuerza de mis movimientos era inhumana y disfrutaba con todo aquello. Muchos meses más tarde mi padre me llevó a la primera misión después de la intervención. En aquella misión conocí a alguien que cambiaría mi vida por completo, haciendo que me uniera a una rebelión inexistente en mi vida en aquel entonces y provocando que Jesse muriera y naciera Zeev, un rebelde con una razón para vivir que no fuera obedecer órdenes.
- ¿Quién? - pregunté curiosa.
- Tú - dijo levantando la mirada y mirándome a los ojos.
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