Corrí lo más rápido que me dieron las piernas y aún que la velocidad era considerable cada vez la notaba más pesada en mis brazos mientras corría. Estaba perdiendo demasiada sangre por aquel brazo.
"Rápido Zeev, más rápido o la perderás" me decía a mi mismo.
Las piernas y los brazos ya casi ni los sentía. Divisé a lo lejos la entrada del búnker. El búnker era una base rebelde en la que nos escondíamos. Era subterráneo así que lo único que se divisaba desde allí era la puerta de metal blindado. Miré el rostro de Yumi, estaba aún si cabe más pálido que la última vez que lo había mirado.
- ¡Aguanta! Por favor, Yumi. Sigue aquí conmigo. Te pondrás bien. Ya estamos cerca. - le dije aún a sabiendas que ni ayudaría a la situación ni obtendría alguna respuesta. - ¡¡Ayuda!! ¡Germán, ayúdame! - le grité al ver al viejo haciendo guardia en el portalón.
Germán era un viejo científico huraño paranoico que se decidió construir un búnker en medio de un bosque para proteger sus investigaciones del gobierno. Cuando decidió unirse a la rebelión contra el gobierno ofreció su morada, la cual todos los rebeldes aceptaron con gran alivió ya que se quitarían al ejército de encima durante una temporada y estarían tranquilos. Aún hoy día dice que odia a las personas y es insoportable pero se le coge cariño a su manera.
Al verme corriendo y gritándole soltó el arma y me abrió el portalón. Al oír el jaleo que estábamos montando Lya salió fuera y al ver lo que ocurría ya ni una palabra dijo.
Lya era una joven hebrea de la que poco se sabía. No era muy habladora, la verdad. Lo único que se sabía era que perdió a toda su familia por medio de experimentos del gobierno. Odiaba a los científicos y juró por su vida que les arrancaría la vida igual que hicieron con sus padres. Se le daba muy bien la medicina y era una forofa de la fauna y de la flora.
Cogieron a Yumi entre Germán y Lya arrebatándomela de mis brazos cansados y se la llevaron adentro. Los intenté seguir pero Lya me paró en seco.
- Tu quédate aquí y toma el aire, ella estará bien. - y se adentraron en el búnker sin dejarme seguirlos. Me quedé allí solo. La verdad es que estaba cansado. Eso me recordaba a los entrenamientos de mi padre cuando aún era de su pelotón. Quería que fuera el mejor así que me entrenaba hasta que casi el desmayo. Después de que convirtieron en lo que soy, un "super-soldado" según mis creadores, la resistencia me aumentó así que apenas me canso.
Pero llevaba días sin dormir y apenas había comido y la carrera no me había sentado muy bien. Era lo que pasa cuando te alejas durante un tiempo de la base.
Decidí tumbarme en la hierba cerca del arrollo. Tenía que descansar, aún que apenas podía cerrar los ojos sabiendo la situación de Yumi.
- ¡Zeev! Haz vuelto - de repente un rostro dulce y pequeño de asomó a mi cara y sus pequeñitas manos se posaron en mis mejillas. - Estaz algo zucio. ¡Mami, mira encontré a Zeev! - llamó Julie a su madre Anne y esta al oír la llamada salió de entre unos árboles un poco más lejanos.
Anne tubo a Julie ya dentro de los rebeldes. Tenía la temprana edad de 15 años un soldado borracho la maltrató y la violó, dejándola tirada, sangrando y traumatizada. Sus padres desaparecieron cuando era pequeña, así que se crió sola por las calles pero despúes de aquello no sabía como continuar, vivía con miedo continuo. Y llegó al punto en el que se encontró sin una miga de pan que llevarse a la boca, sin hogar y aún encima embarazada. Cuando encontró a los rebeldes o más bien ellos la encontraron, según cuenta Anne, encontró un remanso de paz en donde estar tranquila y poder criar a su hija. Encontró una familia, un hogar.
- ¡Zeev! - Se me lanzó encima y me dio un fuerte abrazo. - ¿Qué tal estás? ¿Bien? ¿Lo conseguiste? ¿La trajiste de vuelta? - se separó de mí y me miró detenidamente sin apenas dejarme tiempo a responder a sus preguntas. - Dios mio, que pintas tienes. Deberías ir a darte una ducha, te sería lo mej...
- ¡Anne! Relájate. - la interrumpí - Estoy bien. Y sí, Yumi está dentro - la cara de la joven se iluminó, igual que la carita de la niña de cuatro años que había a su lado. - Pero tuvimos problemas por el camino y ahora supongo que estarán con ella Germán y Lya. - la voz me salió más sombría de lo que me hubiera gustado pero estaba muy preocupado por Yumi.
- ¿Yumi eztá malita? ¿ze va a morir? - preguntó inocente Julie. La alcé en mi regazo y la abracé.
- No, claro que no. Tu sabes que Yumi es muy fuerte. Pero si que está malita. No nos recuerda. Así que tenemos que hacernos otra vez sus amigos. Tenemos que hacer que recuerde. ¿Me ayudas a lograrlo, Julie? - le dije a la niña.
- ¡Clado que zi! - asintió la niña entusiasmada. Sus ojos marrones resplandían bajo la luz del sol de la tarde.
- Zeev, debes de estar cansado. Vamos dentro. Descansarás mejor. - me comentó Anne con voz dulce. - Nos enteraremos más de lo que ocurre con Yumi y además Alec y Tomás querrán verte.
Alec era un traficante de armas buscado por todo él país. Al principio se unió a la rebelión por conveniencia, se le daba cobijo y comida y él proporcionaba armamento para defenderse. Después de pasado un tiempo con los rebeldes comprendió su causa y comenzó a luchar por defenderla. Se convirtió en uno más.
Tomás era un muchacho joven con gafas aficionado a los ordenadores. Desde siempre fue un genio de la informática. Se libró por poco en un ataque de los rebeldes de ser una rata de experimentos más gracias a los rebeldes, así que se unió a ellos. Aún que no tuviese fuerza ni cuerpo suficiente como para la lucha su cerebro lo suplía en la batalla, haciendo de él y sus estrategias un pilar base de los rebeldes.
A la petición de su madre miré a Julie preguntandole con la mirada, la niña asentió. Saltó al suelo y nos levantamos de la hierba y nos pusimos en marcha para a dentro del búnker. De camino sentí la pequeña mano de Julie cernirse sobre la mía. No recordaba lo bien que se estaba en casa aún que me estuviera carcomiendo por dentro la preocupación de que si Yumi estaría bien.
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