Siete años antes
Los entrenamientos comenzaban temprano y había que levantarse con el alba para que fuera un día fructífero en aquel agotador lugar.
El dormitorio ya bullía de movimiento a las seis de la mañana. Aún que los ojos le pesaban y el agotamiento era devastador, Jesse sabía que tenía que aguantar. Sus cualidades ignatas y su fuerte mentalidad le habían permitido llegar a lo más alto de su pelotón; pero él quería llegar más alto aún. Mientras preparaba sus cosas para el nuevo día, observaba las caras adormiladas de sus catorce compañeros que con las ojeras bien dibujadas en el rostro aún mantenían las legañas en los ojos y los pelos alborotados.
El sargento Guberrt entró en el dormitorio. Recto y firme esperó paciente a que todos los jóvenes le dedicaran un saludo militar. Miró los rostros cansados de los muchachos apostados cada uno a los pies de su catre mientras se paseaba ante ellos. Los veía tan firmes y elegantes que solo podía henchirse de orgullo por convertir a unos chicos comunes en verdaderos soldados.
- Descansen. - los quince jóvenes relajaron su posición pero no demasiado, seguían delante de un superior. - Muchachos, lo que os voy a proponer ahora mismo proviene de los cargos más importantes y con más poder de todo el gobierno. Por haber logrado ser los mejores de vuestra promoción os ofrecen la oportunidad de ser parte de "Titán". Según la información que me han mostrado es una especie de operación de alto secreto con la que podréis convertiros en super-soldados. - al pronunciar lo último alguno de los muchachos se miraron entre ellos con entusiasmo e ilusión. - No sé realmente en que consiste, pero sé que es una gran oportunidad si queréis ser alguien importante y triunfar en este mundo. Tenéis tres días para confirmar si participaréis en esto o no. Buen día muchachos. - dio media vuelta y salió del dormitorio.
En la sala se percibía una mezcla de emociones procedentes de los diferentes jóvenes. Se pasaba de entusiasmo a negatividad pasando por neutralidad y la duda de la mayoría. Los muchachos volvieron a sus quehaceres, eso sí, con la cabeza en otro lugar muy distante de aquella habitación.
- ¡Jesse! - se acerca Dani con sus ojos grandes y azules brillando de ilusión a la cama de Jesse, donde este se vestía para salir a entrenar. - Que pasada, tío. ¿Tu qué vas a hacer? Yo lo tengo muy claro. Voy a hacerlo.
- Qué rapidez tienes para decidir uno de los pasos más importantes de tu vida. - le dedicó una mirada simpática al adolescente de dieciséis años.
- ¡Claro que soy rápido! Estoy harto de ser el bajito, el débil. Quiero ser fuerte y grande. Como tu. - Dani era un niño rubio delgado y bajito para su edad. Se había logrado alistar al ejército debido a la gran suma de dinero que ofreció su padre, un banquero muy poderoso y patriótico, porque deseaba que su único hijo sirviera al país, a pesar de las bajas aptitudes del muchacho y su negativa de querer entrar en el ejército.
- Vamos peque, ¿fijo que es por eso? - Alan se acercó y le puso su gran palma de la mano a Dani en la cabeza.
- Pues sí, y no me llames peque, gigante. - se aparto de aquel chico de metro noventa, fingiendo estar indignado - ¿Y tu lo harás?
- Claro, pero no soy tan egoísta como tu, Daniel.
- Y ¿por qué motivos lo haces? - inquirió Jesse.
- Porque quiero fama y que las personas, sobre todo las chicas, disfruten de mi perfecto cuerpo y mi hermosa cara. - los tres rieron.
- Creído, nadie va a disfrutar más bien van a sufrir mirándote, en especial las chicas. - le picó Jesse a Alan.
- Chicos dejaros de charlas y vayámonos a entrenar que nos van a echar bronca. - les llamaron desde la puerta de la habitación.
- Gallager tiene razón. Vamos. - dijo Jesse. Al poco la habitación quedó vacía.
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