jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 16

Un suave beso en la frente me hizo abrir los ojos. Al abrirlos vi la dulce cara de Will mirándome con cariño.

- ¿No duermes más cómoda en la cama? - me dijo de cuclillas al lado del sofá, acariciándome el pelo suavemente. - Venga, vamos a cama.

Yo seguía medio dormida pero sabía que era la opción más sabia, así que accedí a su mandato y me levanté del sofá. Me tendió una mano que acepté inmediatamente, como un niño cansado que aferra la mano de su padre para no perderse por el camino a la cama. Cuando la fui a coger la mano de Will se me deshizo en mi mano; de repente las piernas me fallaron, la vista se me nublo y perdí de vista todo. Todo se volvió negro, el dolor me inundo todo el cuerpo y hacía frío. Mucho frío.


Poco a poco la luz fue penetrando hasta mis ojos y abrí lentamente los párpados. Me fui a mimar las heridas pero al tocarlas me di cuenta que hasta el más pequeño raspazo se había tratado. Mi brazo estaba sin la esquirla y vendado, ya apenas me dolía aún que me seguía notando débil. Me fijé en mi alrededor ¿En dónde me encontraba? Era una habitación sin ventanas, la luz que había se proyectaba de dos lámparas que colgaban del techo. Yo me encontraba en una de las tres camas que había en la sala. Parecía un hospital improvisado o una enfermería. Había estantes y armarios llenos de productos médicos.

La puerta de metal chirrió al abrirse. Detrás de aquella puerta salió una niña rubita y ojos curiosos.
- Yumi... - dijo aún detrás de la puerta. - ¿Ya puedo pazar? ¿O aún ziguez malita?

- ¡Julie! Déjala descansar. - me pareció oír la voz de Zeev desde detrás de la niña.

- Estoy despierta, no pasa nada. Pasa bonita. - invité a la niñita a pasar. Entró en la habitación como impulsada. Detrás de ella entró Zeev, no me equivocaba, era él. - Hola, - saludé a la pequeña. - tu nombre, si no me equivoco, es Julie, ¿no?

- Zi, pedo ¿te acuedaz o ez pod que ze lo oizte a Zeev?

- Se lo oí, que lista eres. - sonreí

- Entonzez zi que eztá malita como me dijizte - le dijo la niña mirando a Zeev. Pero él poco caso le hizo a la niña. Solo me observaba a mí con preocupación.

- Julie, vete a decirle a mamá que ya despertó, corre. - instó Zeev a la niña.
Esta asintió y salió corriendo. - ¿Estás bien? ¿Te duele algo?

- No, estoy bien - le contesté seca.

- Estás enfadada, ¿qué hice ahora?

- No, bueno sí, algo. ¿Porqué me mentiste, Jesse? - su nombre lo pronuncié con un tono de rintitin.
- Osea, que Will ya te ha dicho que me llamaba así... - suspiró sonoramente y prosiguió - No te mentí. Mi nombre no es ese.

- Sí que lo es. Tu padre es un alto mando del ejército, de hecho no es que solo me lo haya dicho Will es que ya lo he conocido en persona, y tu eres o fuiste soldado. Te recuerdo todo vestido de uniforme y no con cara de buenos amigos.

- Fui. - suspiró y se sentó en la cama contigua a la mía. - Mi padre siempre tubo un papel importante en el ejército. Cuando era pequeño veía a mi padre como un héroe, que salvaba a la gente y protegía una ciudad, así que seguí sus pasos y entré en el ejército. Me entrené para ser el mejor soldado que tendría jamás mi padre en el pelotón. Y lo conseguí. Mi constitución y mi agilidad mental me permitieron en tres años ser el mejor de mi año, seguido por el hijo del presidente. Por fin vi a mi padre y a sus camaradas hinchados de orgullo diciéndome: "Jesse, muy bien hecho. Eres toda una promesa". - en su mirada se reflejó la alegría que sintió al rememorar esos sucesos. - Y entonces nos propusieron a los mejores de nuestra promoción convertirnos en super - soldados. De 15 aceptamos 5. Hoy en día doy gracias a Dios por que sólo fuéramos nosotros. Nos hicieron muchísimas pruebas. Cosas que hasta me cuesta recordar. Experimentaron con nosotros y el único que salió de aquella sala fui yo. Lo que recuerdo de ese día es dolor. Muchísimo dolor por todas las partes de mi cuerpo y la sangre corriendo. Ya no se si era la mía o la de mis amigos y compañeros que se encontraban empapados en ese líquido rojo, con la mirada perdida, pálidos y fríos. También recuerdo la mirada de mi mejor amigo mirándome desde un especie de palco que había en aquel laboratorio. Le odiaré desde aquella vez. - apretó los puños al mencionar todo aquello. La historia que me contaba era oscura y dolorosa. - Mientras yo llegaba al punto de llorar, retorciéndome de dolor por lo que estaba ocuriéndome; él me miraba con asco desde las alturas. Me sentí un insecto al que miraba para pisarlo y destrozarlo. No me podía creer que le gritara que me ayudara y lo que le dijo a los científicos fue que me ignoraran y siguieran con el experimento al precio que fuera. Cuando me desperté estaba en el hospital militar y mi madre se encontraba a mi lado, llorando por si no volvía a despertar. Mi padre entró en la habitación un rato más tarde con un montón de altos cargos del gobierno. Me inspeccionaron a conciencia y todos y cada uno de ellos me dijeron que era todo un prodigio y que felicidades por haber sobrevivido a aquello. Sus palabras me daban igual, yo seguía viendo a mis compañeros allí muertos. - la mirada no la separaba del suelo, se notaba que no estaba cómodo hablando de aquello pero yo no lo detenía porque quería saber su verdadera historia. - Yo reconocía que a pesar del daño psicológico hecho, la mejoría física era insuperable. Apenas me cansaba, las heridas se me curaban en segundos y la rapidez, agilidad y fuerza de mis movimientos era inhumana y disfrutaba con todo aquello. Muchos meses más tarde mi padre me llevó a la primera misión después de la intervención. En aquella misión conocí a alguien que cambiaría mi vida por completo, haciendo que me uniera a una rebelión inexistente en mi vida en aquel entonces y provocando que Jesse muriera y naciera Zeev, un rebelde  con una razón para vivir que no fuera obedecer órdenes.

- ¿Quién? - pregunté curiosa.

- Tú - dijo levantando la mirada y mirándome a los ojos.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Capítulo 15

Corrí lo más rápido que me dieron las piernas y aún que la velocidad era considerable cada vez la notaba más pesada en mis brazos mientras corría. Estaba perdiendo demasiada sangre por aquel brazo.
"Rápido Zeev, más rápido o la perderás" me decía a mi mismo.

Las piernas y los brazos ya casi ni los sentía. Divisé a lo lejos la entrada del búnker. El búnker era una base rebelde en la que nos escondíamos. Era subterráneo así que lo único que se divisaba desde allí era la puerta de metal blindado. Miré el rostro de Yumi, estaba aún si cabe más pálido que la última vez que lo había mirado.

- ¡Aguanta! Por favor, Yumi. Sigue aquí conmigo. Te pondrás bien. Ya estamos cerca. - le dije aún a sabiendas que ni ayudaría a la situación ni obtendría alguna respuesta. - ¡¡Ayuda!! ¡Germán, ayúdame! - le grité al ver al viejo haciendo guardia en el portalón.

Germán era un viejo científico huraño paranoico que se decidió construir un búnker en medio de un bosque para proteger sus investigaciones del gobierno. Cuando decidió unirse a la rebelión contra el gobierno ofreció su morada, la cual todos los rebeldes aceptaron con gran alivió ya que se quitarían al ejército de encima durante una temporada y estarían tranquilos. Aún hoy día dice que odia a las personas y es insoportable pero se le coge cariño a su manera.

Al verme corriendo y gritándole soltó el arma y me abrió el portalón. Al oír el jaleo que estábamos montando Lya salió fuera y al ver lo que ocurría ya ni una palabra dijo.
Lya era una joven hebrea de la que poco se sabía. No era muy habladora, la verdad. Lo único que se sabía era que perdió a toda su familia por medio de experimentos del gobierno. Odiaba a los científicos y juró por su vida que les arrancaría la vida igual que hicieron con sus padres. Se le daba muy bien la medicina y era una forofa de la fauna y de la flora.

Cogieron a Yumi entre Germán y Lya arrebatándomela de mis brazos cansados y se la llevaron adentro. Los intenté seguir pero Lya me paró en seco.

- Tu quédate aquí y toma el aire, ella estará bien. - y se adentraron en el búnker sin dejarme seguirlos. Me quedé allí solo. La verdad es que estaba cansado. Eso me recordaba a los entrenamientos de mi padre cuando aún era de su pelotón. Quería que fuera el mejor así que me entrenaba hasta que casi el desmayo. Después de que convirtieron en lo que soy, un "super-soldado" según mis creadores, la resistencia me aumentó así que apenas me canso.
Pero llevaba días sin dormir y apenas había comido y la carrera no me había sentado muy bien. Era lo que pasa cuando te alejas durante un tiempo de la base.
Decidí tumbarme en la hierba cerca del arrollo. Tenía que descansar, aún que apenas podía cerrar los ojos sabiendo la situación de Yumi.

- ¡Zeev! Haz vuelto - de repente un rostro dulce y pequeño de asomó a mi cara y sus pequeñitas manos se posaron en mis mejillas. - Estaz algo zucio. ¡Mami, mira encontré a Zeev! - llamó Julie a su madre Anne y esta al oír la llamada salió de entre unos árboles un poco más lejanos.

Anne tubo a Julie ya dentro de los rebeldes. Tenía la temprana edad de 15 años un soldado borracho la maltrató y la violó, dejándola tirada, sangrando y traumatizada. Sus padres desaparecieron cuando era pequeña, así que se crió sola por las calles pero despúes de aquello no sabía como continuar, vivía con miedo continuo. Y llegó al punto en el que se encontró sin una miga de pan que llevarse a la boca, sin hogar y aún encima embarazada. Cuando encontró a los rebeldes o más bien ellos la encontraron, según cuenta Anne, encontró un remanso de paz en donde estar tranquila y poder criar a su hija. Encontró una familia, un hogar.

- ¡Zeev! - Se me lanzó encima y me dio un fuerte abrazo. - ¿Qué tal estás? ¿Bien? ¿Lo conseguiste? ¿La trajiste de vuelta? - se separó de mí y me miró detenidamente sin apenas dejarme tiempo a responder a sus preguntas. - Dios mio, que pintas tienes. Deberías ir a darte una ducha, te sería lo mej...

- ¡Anne! Relájate. - la interrumpí - Estoy bien. Y sí, Yumi está dentro - la cara de la joven se iluminó, igual que la carita de la niña de cuatro años que había a su lado. - Pero tuvimos problemas por el camino y ahora supongo que estarán con ella Germán y Lya. - la voz me salió más sombría de lo que me hubiera gustado pero estaba muy preocupado por Yumi.

- ¿Yumi eztá malita? ¿ze va a morir? - preguntó inocente Julie. La alcé en mi regazo y la abracé.

- No, claro que no. Tu sabes que Yumi es muy fuerte. Pero si que está malita. No nos recuerda. Así que tenemos que hacernos otra vez sus amigos. Tenemos que hacer que recuerde. ¿Me ayudas a lograrlo, Julie? - le dije a la niña.

- ¡Clado que zi! - asintió la niña entusiasmada. Sus ojos marrones resplandían bajo la luz del sol de la tarde.

- Zeev, debes de estar cansado. Vamos dentro. Descansarás mejor. - me comentó Anne con voz dulce. - Nos enteraremos más de lo que ocurre con Yumi y además Alec y Tomás querrán verte.

Alec era un traficante de armas buscado por todo él país. Al principio se unió a la rebelión por conveniencia, se le daba cobijo y comida y él proporcionaba armamento para defenderse. Después de pasado un tiempo con los rebeldes comprendió su causa y comenzó a luchar por defenderla. Se convirtió en uno más.

Tomás era un muchacho joven con gafas aficionado a los ordenadores. Desde siempre fue un genio de la informática. Se libró por poco en un ataque de los rebeldes de ser una rata de experimentos más gracias a los rebeldes, así que se unió a ellos. Aún que no tuviese fuerza ni cuerpo suficiente como para la lucha su cerebro lo suplía en la batalla, haciendo de él y sus estrategias un pilar base de los rebeldes.

A la petición de su madre miré a Julie preguntandole con la mirada, la niña asentió. Saltó al suelo y nos levantamos de la hierba y nos pusimos en marcha para a dentro del búnker. De camino sentí la pequeña mano de Julie cernirse sobre la mía. No recordaba lo bien que se estaba en casa aún que me estuviera carcomiendo por dentro la preocupación de que si Yumi estaría bien.

sábado, 24 de agosto de 2013

Capítulo 14

Volví pensativa a casa, cavilando todo en mi cabeza. Era mucho en lo que pensar. Mi historia sobre pasaba lo irracional. En un extremo un mundo pos-apocalíptico, militares persiguiéndome, dolor, pánico, un joven prácticamente inhumano del que solo descubro medias verdades. En el otro extremo una vida tranquila, tengo mis achaques pero no es nada grave, un novio guapísimo que me cuida con cariño y del que puedo confiar plenamente. ¿Cuál es el sueño y cuál la realidad? He hay mi dilema. Por conveniencia me gustaría más pensar que la vida con Will era la realidad. Pero algo me decía muy dentro de mi, como una voz interior encerrada en lo más profundo de mi cerebro que gritaba desesperada pero sin que nadie la pudiera oír, decía que aquello era mentira. Era una impresión que me hacía pensar que la vida junto a Zeev no era mentira, ni siquiera un sueño, que era completamente real. Realmente necesitaba que un especialista me mirara el cerebro y volviera a conectar el cable que se me había desconectado.

Llegué a casa y seguía estando el hogar vacío, no había nadie allí, Will no había vuelto. Me tiré en el sofá ya que la cabeza me estaba matando y me dolía el brazo izquierdo, justo donde se me había clavado la esquirla del mueble. Cansada cerré los ojos y me dejé mecer en los brazos de Morfeo. Un sueñecito hasta que volviera Will no hace mal a nadie.

Todo borroso, luces cegadoras pasando sobre mi a una velocidad pasmosa.

- ¡Aguanta! Por favor, Yumi. Sigue aquí conmigo. Te pondrás bien. - sonaba la voz de Zeev en mi cabeza. -  Ya estamos cerca.

***

- Señor, está en proceso de eliminado  del HDC del cerebro y lo está haciendo más rápido de lo que pensábamos. Como no se la encuentre lo antes posible poco vamos a poder hacer para seguir controlándola. - informó el científico mientras miraba los gráficos del monitor.

- Pues haz lo que haga falta para que eso no ocurra. - ordenó la oscura figura detrás del trabajador.

- Si, señor, haré lo que pueda. Mandaré a todo el equipo trabajar en ello.

- De acuerdo.

El Capitán McConaughey se acercó con paso acelerado al ente que dirigía todo aquello junto con dos de sus soldados. Sus trajes blancos impolutos estaban manchados de tierra y polvo e incluso en el del Capitán se ayaban unas cuantas gotas de sangre.

- Mi señor Gallager. Encontramos a la muchacha, se encontraba en el cuadrante 20 de la zona vieja. - explicó el Capitán.

- Y me puedes explicar porqué no la veo aquí contigo.

- Lo sentimos muchísimo, señor Gallager, no estaba sola y escapó.

- Capitán McConaughey, su hijo está siendo un pequeño mosquito al que hay que aplastar y si no lo hace usted lo haré yo. - dijo Gallager dándose la vuelta para observar un monitor de una maquina vacía roto. - Envíe un pelotón más grande. Yo también me uniré. A la vuelta quiero aquí a Yumi y la cabeza de su hijo. - su voz se tiñó aún más de oscuridad que antes.

viernes, 23 de agosto de 2013

Capítulo 13

Pasamos la mañana juntos, Will apenas se separa de mí. Hacemos la comida juntos, realmente parecemos una pareja. Por la tarde se tubo que ir a hacer unos recados así que me quedé sola en casa con mis pensamientos.

- Yumi... Si t apetece salir, sal. No es que me encante pero no puedo encerrarte, se que te gusta estar fuera. - dijo seriamente antes de salir - Me he comportado como un imbécil controlador y...

- Entiendo tu reacción y no te lo tengo en cuenta; estabas preocupado y yo no hacía más que ir por mi cuenta. - le interrumpí.

- No es disculpa. Prometo no fallarte nunca más. - se acercó para darme un beso en la frente, como solía hacer, pero esta vez fuí yo la que busco el roce de sus suaves labios; el calor de su cuerpo en aquél abrazo; ese cosquilleo en el estómago que me hacía perderme en el tiempo. - Por cierto, - mencionó al separarnos - las gracias te las doy yo a ti, por existir y darme una razón para continuar. - Me besó otra vez y se marchó.

Era encantador, todo principe que necesita una princesa. En cambio Zeev o Jesse, como quiera Dios que se llame, era caballero pero uno no de corcel blanco, sino de guerra. Todo con él era correr, esconderse, pelear. Vivir una mentira o una red de medias verdades en las que no sabía cual era realmente mi posición. Era tan extraño cuando me encontraba a su lado. El miedo invadía mi ser a cada instante. Era bipolar o algo así porque no ha existido ser que me tubiera más confusa que él. Pero Will era completamente transparente, no tenía ninguna duda de que él era mi mundo, de que con él llegaría a ser muy felíz.

Despúes de estar un buen rato sin hacer nada me decidí a ir a la ciudad a redescubrirla, puesto que pocos recuerdos guardaba de ella. Pasó por mi mente la idea de esperar de esperar por Will. La descarté. Yo no era una damisela en apuros, me sabía defender. Además si no me adentraba en zonas oscuras, como callejones, andaba por lugares bastante transitados y volvía antes de que anocheciera no me ocurriría nada.

Me vestí y salí de casa dispuesta a  irme de expedición. La ciudad no se encontraba muy lejos de mi casa pero lo suficiente como para tener que ir en algún tipo de vehículo. El autobús era el transporte más económico y el más práctico. Cuando monté en aquél transporte público no era exactamente como yo recordaba. Las ruedas eran completamente redondas, esferas. El diseño era impresionante. Pero no pasaba únicamente con el bus, sino que todo se volvía cada vez más y más tecnológico y moderno a medida que avanzabamos hacía la ciudad. A pesar de mi ilusión y entusiasmo en algún punto de mi cabeza algo me decía que lo que estaba viendo no era bueno. Obvié esa vocecilla y disfruté de lo que tenía delante.

Todo lo que pasó por mis ojos aquella tarde era impresionante. Luces, altos rascacielos, edificios enormes construidos de metales brillantes y de vidrio, monumentos imposibles, tecnología por doquier... Todo aquello y más componía una ciudad enorme y preciosa, como no se ha visto jamás. Me sentía como el ser más pequeño del mundo. Todo era exagerado y hermoso. El estilo exuberante y extrovertido convertía a los ciudadanos en peculiaridades andantes con sus tacones altos, sus colores chillones y sus estrafalarias vestimentas, pero que no quedaban atrás con respecto al lugar donde vivan.


Como todos los caminos llevan a Roma, acabe delante de la mayor empresa científica y con mayor poder de la ciudad. La empresa que se hizo con el poder y construyó a su al rededor esa ciudad que tanto me cautivó. Festung Company. El edificio se alzaba imponente en el centro de la ciudad. Miré a través del cristal. La organización del interior era sorprendente. Al observar detenidamente me di cuenta que había milicia de la que había visto en aquella habitación con Zeev estaba aposentada en cada puerta. Algo muy gordo tenía que haber en aquella sucursal como que para el ejército estuviera allí vigilando y me daba que todo lo que me estaba pasando tenía algo que ver con eso, pero ¿que sería?

martes, 30 de julio de 2013

Capítulo 12

Caminamos deprisa, aunque no lo suficiente como para agotarnos en condiciones normales pero no nos encontrábamos en dichas condiciones. Yo estaba perdiendo mucha más sangre de la que había pensado. Me empezaba a marear, pero Zeev no disminuía la marcha. Supongo que notó que casi me llevaba a rastras por lo que en un fuerte y rápido movimiento me aupó en sus brazos.

- Por favor, Yumi, aguanta. Por favor... - el sonido de su voz se hacía lejano. Mi visión era borrosa, la cabeza me dolía y el bamboleo del rápido paso que llevaba él no ayudaba. ¿Lo que pasó a continuación? Negro.

¿Habría muerto desangrada? ¿O estaba inconsciente? No lo sabía. Lo único que podía sentir con perfecta nitidez era un dolor de cabeza impresionante. Abrí poco a poco los ojos. Buen paso, eso demostraba que no estaba muerta. Me encontraba en una cama. En mi cama. Miré a mi alrededor, todo estaba igual a excepción de la silla a la vera de la cama con un muchacho rubio sentado en ella. Will estaba dormido sentado en la silla con la cabeza sobre la cama cansado de esperar mi despertar. Era tan tierno. Parecía un pequeño niño dormidito en el regazo de su madre. No pude contener el impulso de acariciarle la mejilla. Era suave y cálida. Abrió sus ojos verdes con lentitud. Sonrió tranquilo y tomó mi mano con cariño manteniendola en donde se encontraba.

- Hola - le saludé.

- Yumi, menos mal. - se incorporó lentamente y me abrazó. Sentí algo como cuando abracé por impulso a Zeev. Una sensación se alivió porque no estás sólo. Está alguien contigo. - Como te volvieras a ir de mi lado me moriría.

- Ya te dije que no me iba a ir- sonreí. Le apreté más fuerte en aquel abrazo, no me quería mover, separarme de ese muchacho pero tenía algo que mi cerebro deseaba saber sin demora alguna así que me separé lo suficiente como para poder mirarle a los ojos y continué hablando. - Will, ¿qué pasó? Me refiero a el ataque de aquel muchacho, cuando me desmayé. - pregunté seria.

- La verdad es que fue todo muy rápido. No podía ver cómo el personaje ese te estaba tratando. Me cabreé y no pude evitar el lanzarme a partirle la cara. Te tiró y te quedaste hay tirada, en el suelo, lo que hizo que me asustara y no se... Era más fuerte que yo pero le sorprendió mi reacción así que cuando nos dimos separado él salió corriendo, como siempre hace.

- ¿Lo conoces? - le interrumpí.

- Si, su nombre es Jesse. Es el hijo de un alto rango del ejército. Fue un gran soldado pero le entraron aires de grandeza y traicionó a su patria por un ideal estúpido. Lo que le hizo perder todo lo que tenía. Ahora anda por las calles como un vagabundo fugitivo. - me explicó tranquilo.

¿Jesse? ¿Por qué me había mentido? Yo no sabía nada de nada y él se dedicó a mentirme hasta con su nombre ¿Cuánto más de lo que me había dicho era verdad? Ya no le podía creer. Un sentimiento de desilusión invadió mi corazón. No sabía porqué me sentía así. Tampoco lo conocía tanto como para que me doliera tanto que me hubiera mentido. Entonces miré a los ojos verdes que me miraban con curiosidad preguntándose que si seguía en este mundo. Ese chico que no me había dado dolores de cabeza y que cuando lo he nesitado había estado hay ayudándome.

- ¿Estás bien? - preguntó acariciándome la mejilla.

- Si, gracias por todo Will - dije dejándome llevar por el roce de su suave mano contra mi piel.

Capítulo 11


Allí me encontraba yo. Tirada en el suelo con un brazo inservible, casi desmayada del dolor y con el corazón en un puño por la pérdida de la única persona que sabía lo que me ocurría en realidad. Zeev había sido atravesado con el arma de su propio padre y había desaparecido, dejándome sola y sin saber que hacer.

Un fuerte agarre se cernió a mi pierna y me arrastró hacia aquel agujero que me sacaría de aquella pesadilla o me llevaría a otra peor, aunque peor de lo que me sentía en ese momento jamás me volvería a sentir. Me deslizé por el como si fuera un tobogán cayendo finalmente en un gran montón de ropa vieja y llena de polvo, como abandonada. Supuse que me habría caído por un viejo conducto de lavandería. Miré a lo que me había llevado a aquel lugar, ese agarre misterioso. Era Zeev.

- ¿Estás bien? - me preguntó preocupado.

- Idiota. - las lágrimas empezaron a brotarme de los ojos. Me lancé a abrazarlo. No era normal en mí que hiciera algo como eso, pero yo ya no sabía lo que era normal o no, así que me dió igual. - Ya van dos veces que te me mueres. No me vuelvas a dar un susto así.

- Lo siento. - sentí sus brazos rodeándome la cintura. - Lo siento muchísimo. - Me juntó más a él con mucho cariño. - Me asusté cuando hiciste esa tontería. - me quejé al poco contacto que tuvo con mi brazo herido. Me separó rápidamente y observó mi brazo con culpabilidad. Aparté mi brazo y fui en busca de esa herida de espada que a cualquiera le habría impedido volverse a levantar.

- Estoy bien - le dije rotunda - A mi no me han clavado una espada. Tenemos que encontrar algo para taponar la herida, sino morirás.

- No, Yumi. No me pasa nad... - le saqué la camiseta manchada de sangre dejando al descubierto su torso desnudo. Intentó resistirse pero esa pequeña disputa la gané yo.

Era el cuerpo más perfecto que vi en mi vida. Tenía pequeñas cicatrices que se notaban al tacto. Y en vez de la gran herida que yo me había imaginado solo había un pequeño corte.

- No es posible,  vi como te sobresalía la punta de la espada. Te atravesó - le miré a los ojos pidiendo explicaciones.

- Soy una rata de laboratorio, recuerda. Puede que me quedara algo traumatizado con lo que vi allí pero también tiene su lado bueno. Soy capaz de moverme más velozmente que una persona común y me curo muy  rápido. Pocas cosas pueden hacerme daño. - Me explicó mientras volvía a vestirse y volvía en busca de mi brazo para observar el daño provocado por la esquirla del mueble. - Aquí no es conveniente curarte, no es muy limpio sacarte esto en un lugar que nadie a pisado en años. Vamos, aquí no nos podemos quedar. - me cogió de la mano y empezamos a caminar para salir de aquel lugar.

Me aferré a ese agarre como si me fuera la vida en ello. Zeev lo notó y me pasó el brazo por encima y me besó la frente. Realmente no sabía porqué me sentía así; era como si me costará separarme de él, pero al mismo tiempo era el muchacho que quiso acabar con mi vida. Pero esos ojos dorados mirándome con tanto cariño y preocupación por cualquier rasguño que podría haberme hecho, no se, me provocaban una extraña sensación de alivio porque esté a mi lado. Era como un sentimiento enterrado y destinado a seguir viviendo dentro de mi misma; borroso e inalcanzable.

miércoles, 24 de julio de 2013

Capítulo 10

En medio de aquel amasijo de balas volando y polvo levantado, en plena carrera hacia la salvación recé a cualquier cosa que pudiera escucharme para que obrara el milagro de que pudiéramos salir de allí vivos y a poder ser lo más enteros que se pudiera.

No pude ver lo que hacía Zeev, pero por lo que se oía no debía de ser muy agradable a la vista. Continué mi carrera hacía la salvación con un nudo inmenso en el estómago por culpa del bienestar de mi compañero. Pero si quería que saliéramos vivos y prácticamente enteros tenía que centrarme en mi objetivo que consistía en abrir un paso para poder salir de allí. Al llegar al mueble que taponaba nuestra salida lo empujé con todas mis fuerzas pero no se movió ni un ápice. Me cubrí con un sillón para evitar que los disparos me alcanzasen. En ese momento aproveché para ver el complicado baile fugaz que mantenían Zeev y el General. Se movían con mucha rapidez y agilidad. Zeev se había hecho con una barra de metal, o algo así, y bloqueaba con gran maestría los envistes de su padre. Las chispas volaban en el aire en cada beso que se proferían los metales a su encuentro.



El ambiente estaba cargado del olor a pólvora, proveniente de las armas que disparaban a mi ubicación sin apenas darme un segundo para respirar. Entonces una imagen se abrió paso por mi mente rápida y veloz. Era como un flashback en el que me encontraba en una situación muy parecida, disparos, chispas... Pero la mayor diferencia era que Zeev no iba en mi bando, sino que en el contrario. Su arma apuntaba hacia mí y su tez morena era resaltado por el uniforme blanco que llevaba puesto. ¿Era un soldado? No me lo podía creer. Aunque esperé a que solo fuera un vil engaño de mi mente.

Dejé mis ensoñaciones para otro momento más oportuno y me propuse embestir aquel asqueroso mueble con todo lo que tenía para poder moverlo pero me detuve. Los soldados habían obtado por usar munición más potente, pero no la usaban contra mí. Disparaban contra Zeev. Intenté observarle mejor pero no pude, ya que se movía con una velocidad inhumana. Pero eso no impedía que las balas le dañaran. Solo pensaba en que tenía que sacarlo de allí ya. Y mi mente se iluminó. Puede que yo no sola no podría apartar aquel mueble, pero los soldados con sus armas sí.

- ¡¡Eeh!! - grité con todas mis fuerzas, delante de aquel armario. Los soldados dejaron de disparar a Zeev y se giraron en mi dirección, armas a punto para matarme sin demora.

- ¡No! - Zeev se había vuelto hacía mi al tiempo que los soldados, descuidando su retaguardia. El General aprovechó ese momento para introducir su larga espada en el costado de Zeev. Gritó de dolor, pero poco más pude ver y oír, puesto que un soldado apretó el gatillo de su arma y un proyectil viajó a toda velocidad hacia mi posición. Me tiré al suelo y tal como había planeado el mueble se quedó reducido a trozos, que se esparcieron por el suelo haciendo un ruido metálico. Sentí un fuerte dolor en el brazo izquierdo. Observé la fuente de aquella molestia y vi que una esquirla de aquel mueble de metal me había alcanzado y lo tenía clavado en mi brazo. El dolor era insufrible y me dolía horrores el hacer cualquier movimiento, debía de tener ese trozo bien clavado. Mi brazo estaba teñido de rojo brillante. Se me pasó por la cabeza que pudiera perder mucha sangre por si hubiera perforado alguna vena importante, pero por la cantidad de sangre no me moriría por aquella herida. Después de ver que sobreviviría miré hacía la salida para ver que tal había salido el plan, bingo. Había sido todo un éxito, allí se encontraba un hueco lo suficientemente grande para salir por él.


Con el corazón en un puño me volví para ver que había pasado con Zeev. Pero ya no estaba donde lo había visto por última vez. En esa parte de la habitación se escontraban los soldados, disparando hacía el lugar en donde estaba yo, y el General. Este se encontraba impertérrito, sereno, con la espada, chorreante de sangre brillante y fresca, baja; como si ya diera por terminado aquel encuentro. No vi a Zeev por ninguna parte. ¿Donde estaría? ¿Habría muerto? ¿O me abría abandonado a mi suerte?